15 de abril de 2008

DULCES SUEÑOS

Estoy cansado, estoy aburrido


Podría dormir mil años


Un millar de sueños que me despertarían


Diferentes colores hechos de lágrimas

Lou Reed

No me gustan los días con sol. Me molesta la luz. Detesto la primavera y también el calor del verano. Me disgustan los colores vivos. No soporto los nuevos horarios, estropean mi rutina diaria. Mi falta de sueño, entre otras cosas, es por culpa de unos cuantos pinches diputados y legisladores que se les ha ocurrido adelantar el horario. No sé si culparlos pero creo que por su “estupenda idea” mi mente me está traicionando.

Desde hace más de dos semanas que no duermo bien. He perdido diez kilos. Me quedo dormido en mi trabajo. Mi compañera no quiere saber de mí porque soy muy breve en la cama. Lo que me preocupa es que oigo cómo los vasos se ponen a platicar en mi cocina. El refrigerador se deshiela y escucho cómo caen las gotas, segundo a segundo. Los discos compactos se arrastran por el tablero. El TV se enciende. La puerta de mi closet se abre y cierra como loca. El colmo es que alguien en la sala ojea mis periódicos y no los deja en su lugar. Desacomoda mis libros y arranca los prólogos. Soy un cobarde. No puedo enfrentarlo. Me quedo paralizado en el colchón meado y apestoso donde intento dormir. La boca seca con saliva chiclosa me impide gritar. El estómago se me comprime. Mis piernas tiemblan y enseguida se paralizan.

Imagino a Dios a mi lado arrullándome, cantando Sleepwalking de Modest Mouse, pero no. Ahora intento recordar a mi madre cuando de niño tocaba mi pelo hasta quedar dormido, tampoco. A mi abuela Pachita dándome vasos de leche caliente o remedios dudosos. Pero nada. Seguramente si estuviera aquí Mariana, las cosas serían distintas. Sería un hombre valiente, exitoso, alegre y contento. Al menos a su lado, lograba dormitar. Pero no. Solo soy un pobre diablo, un rufián, un perdedor, una mamada en pocas palabras.

Con su voz casi mordiente solía cantarme el mismo extracto de canción: “I am tired, I am weary, I could sleep for a thousand years. A thousand dreams that would awake me. Different colours made of tears.

Sutilmente acariciaba desde mi espalda hasta mi pelo, hasta sumergirnos en el goce del sexo, y lo mejor, del sueño. Pero las cosas dejarían de ser maravillosas una vez que entraba la primavera. Los llamativos colores de flores y plantas. De sol penetrante. De aves incubando. De días más largos que las noches. De desfiles y pasarelas honrando a esa maldita estación que para muchos refleja alegría y color. Para mí sólo era el pronóstico de una larga pesadilla. El adelanto de mi reloj significa el adelanto de mi desdicha, de mi insatisfacción ante todo, de mi cansancio, de mi falta de apetito, de mis dolores de cabeza, de mi mal humor, de no poder dormir. Y de que muy pronto Ella dejará de cantarme Venus In Furs al oído para cambiarlas por palabras insultantes, hirientes y divertidas. ― ¡Ya duérmete con una chingada! ¡Pinche loco de mierda! ¡Yo no oigo ni madres! ¡duéermeteee!

Tenía los brazos más preciosos que he visto, blancos, casi pálidos. Garras sucias, amarillentas y afiladas. De reojo podía ver su grande cabeza negra sobre un fondo gris. Sus ojos cafés son hermosos y grandes, con largas y lindas pestañas. Sus orejas cortas y puntiagudas. Las patas son de color blanco amarillento, más profundo en los carpos y en la parte posterior de las patas traseras. La cola también es amarilla blanquecina con pelos negros en la parte superior dorsal y en el extremo. Pude sentir la fuerza de su mandíbula, me parece que es de color marrón oscuro. También comprobé el poder de su hocico negro y sus afilados dientes desgajando mi espalda. Tengo la impresión de que se trata de una mujer-lobo. Y yo, yo soy un frágil tejón, cobarde, asustado, humillado y a punto de morir. Logro voltearme, hasta poner mis diminutas garrillas con toda mi fuerza en su peludo cuello. Aprieto con más fuerza… más fuerza…creo que lo estoy logrando…ya casi. Siento un putazo…gritos…más gritos. Insultos:

― ¡Qué te pasa, pendejo, suéltame!

--- ¡Me estás asfixiando, hijo de tu chingada madre!

--- ¡Me quieres matar, pendejo o que te pasa!

---- ¡Jamás se te ocurra volver a ponerme una mano encima, idiota!

---- ¡Me largo, cabrón!

― ¡Pinche enfermo!

Sería la última vez que toqué ese precioso cuello, ahora ya sin pelo, pero eso sí, con las mismas garras, afiladas y listas para atacar.

Son las 4 de la mañana. Me dirijo a la ventanita de la Juárez. Pido lo de siempre. Una botella del whisky más barato. La mitad de mi último ribotril y tres copas de Vat con agua natural, será suficiente para dormir por lo menos algunas horas. Eso espero.

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