29 de julio de 2009

Tan cerca de Capote y tan lejos de Proust


Por: Salvador Munguía

Con frecuencia me han preguntado que de cierto tiene lo que a menudo escribo, algunas personas incluso se han llegado a ofender más de alguna ocasión, no sé, si con justa razón. Muchas veces, o mejor dicho, la mayoría de ellas, no me doy cuenta del daño que pudiera ocasionar o de las consecuencias de alguna basura de mis textos. Tampoco escribo sin plantearme si les puede gustar o no, si se van a escandalizar o no, si se van a molestar o no, escribo como un acto reflejo y ya. En fin. No sé si deba disculparme. Alguna vez leí que la literatura (si es que a esto se le podría llamar así) aparte de ser una pérdida de tiempo, es una gran mentira, una farsa.

Al respecto, el escritor Paul Theroux escribió, “¿Qué parte se inventa y qué parte no? Imposible saberlo”. La periodista española Rosa Montero, dice: es difícil separar el recuerdo real de lo fabulado, pues a fin de cuentas todo recuerdo es mentiroso y toda memoria un producto más o menos elaborado de nuestra imaginación”. Ella misma agrega, “cuando Truman Capote publicó en una revista los primeros capítulos de su novela Plegarias atendidas, sus amigos y benefactores de la alta sociedad quedaron horrorizados al verse despiadadamente expuestos en el libro que le cerraron todas las puertas en las narices. Capote se convirtió en el apestado, jamás terminó la novela y los ocho años que le quedaron de vida fue un puro decaer. No sé –continua Rosa Montero- como Capote no pudo preveer que pasaría eso. No sé como los escritores se dedican a atrapar y reelaborar retratos de las personas reales, como quien captura mariposas. Y concluye, “existe algo vidrioso en el uso libérrimo que ciertos autores hacen de los demás, pero en ocasiones, ¡que obras tan enormes produce este descaro! Como, por ejemplo, En busca del tiempo perdido, de Proust, en la que se pueden rastrear, y muchos estudiosos lo han hecho, decenas de nombres reales por detrás de los personajes novelescos”.

Hasta ahora no he escrito ninguna obra maestra (y dudo mucho de mi, para algún día hacerla) hoy por hoy estoy más cerca de Capote, por apestado, claro, y lejos muy lejos, lejísimos de escribir una obra maestra como el viejo Proust.