12 de diciembre de 2012
La Pereza, la Escritura, el Abismo y la Paternidad
28 de octubre de 2012
Ya no Quiero ser Mexicano
16 de agosto de 2012
La torta bajo el brazo
Antes de que Nicolás naciera, mi abuela, solía contarme sobre la torta bajo el brazo. Tal desatino no era otra cosa que un conjunto de bendiciones espirituales y sobre todo monetarias. De jugosas ofertas laborales y de una solvencia económica asombrosa y mágica, que llegaba justo cuando los hijos pisaban el mundo. Según mi abuela -y algunas otras personas optimistas- en cuanto Nicolás naciera, no habría manera de qué preocuparse. Me esperaba un trabajo digno y bien remunerado, un auto del año, una casa propia y muchos viajes al extranjero. Abundancia y éxito.
twitter: @chavamunguias
24 de junio de 2012
Los perros andan sueltos
Salvador Munguía
Intenté dormir pero fue imposible. Olía a madres, a orines de hombres que supongo jamás habían tomado un litro de agua pura en sus míseras vidas. Había gritos y mucho escándalo. La llamada a la que todo detenido tiene derecho jamás llegó. Salimos a las 8 de la mañana. Me despedí del cholo y le di un abrazo como si se tratara de mi hermano mayor. Los 30 pesos de fianza lo pagó el padre de una de mis amigas con una indispensable condición: alejarnos de su hija. Al salir de ahí me juré a mí mismo no volver a pisar esa mazmorra por el resto de mis días.
Una gran celda con olor a meados me esperaba, era tan fuerte el olor a orines que hacia suponer que era habitada por hombres que supongo jamás habían tomado un litro de agua pura en sus míseras vidas. Antes de entrar me quité los lentes para verme menos pepinazo, fruncí las cejas y puse cara de maldito. Patee a mi amigo delante de unos cholos y escupí un gallo verdoso. Caminé a paso seguro y desperté a un borrachín que dormía sueños insondables, lo levanté de la cama de cemento; quítate por allá, dónde no te pueda ver, le dije.
Los pañales me sirvieron de almohada y dormí un rato. Mis amigos se acercaron, querían hacerme platica. ¿Estás molesto? Por su culpa, idiotas, estoy aquí. Es culpa del operativo, Chava, el operativo es como la tempestad, no hay poder en la tierra que pueda detenerlo, argumentó estúpidamente uno de ellos. Me paré y fui hasta la rendija, llamé a un polizonte y le exigí mi llamada. Más tardecito mi lic. fueron a pagar el teléfono, nos los cortaron ayer, dijo el chistoso. Volví a mi cama de cemento y una melancolía infinita se apoderó de mi alma; pobre hijo mío, qué haría sin pañales y sin leche, pobre de su culito, malditas sus tripas que no lo dejarían en paz con una simple avena, indefensa criatura que no tiene la edad para reprocharme nada, cómo hacerle saber que su padre estaba rodeado de criminales en potencia, encerrado y nostálgico. Llamé a mi amigo que cabeceaba recargado en un barrote, le dije que lo estimaba mucho y que lo echaría de menos pero que por favor no me volviera a dirigir la palabra en toda su vida. Se quedó sin palabras. Acomodé otra vez los pañales de almohada y me quedé pensando en lo idiotas que eran nuestras autoridades. En ciudades como Madrid, Barcelona o París, le gente puede beber en las calles, no hay necesidad de huir, de sobornar a la policía o de llenar las cárceles preventivas para recaudar fondos que nunca sabremos a donde van a parar. ¿De verdad creen que por realizar ese tipo de redadas la gente se volverá abstemia y dejará de beber en la calle? Ingenuos. ¡Que vayan por los violadores, por los robachicos, por los secuestradores!.. ¡A los borrachos déjenlos en paz, carajo!
twitter: @chavamunguias
25 de mayo de 2012
Adiós Perla
24 de marzo de 2012
Las redes sociales, la amistad y Rubem Fonseca
Las bandejas de entrada de nuestros correos electrónicos están llenos de basura virtual; cadenas con temas lastimeros, religiosos y políticos; ofertas que a nadie interesan; mala pornografía, etc. Pocos son los e-mails que valen la pena. La inmediatez de las redes sociales nos han (mal) acostumbrado a mandar y recibir mensajes cortos. Son escasas las personas que se detienen a reflexionar sobre qué escribir, mandar o compartir. En lo personal, mantengo “contacto” a través de este medio con muy pocas personas, son amigos y familiares que principalmente viven en algún otro lugar del que yo habito. Hoy por la tarde, por ejemplo, he recibido un mensaje de un amigo periodista, Pepe David, un tipo que parece tener el don de escribir buenos e-mails, de esos e-mail que ponen de buen humor a la gente. Quisiera compartirles parte del mensaje que he recibido esta tarde. Que por cierto, refleja un poco (o mucho) la amistad que une a los amigos: el placer por la bebida, los gustos musicales y literarios, y sobre todo, la devoción, el afecto y la inspiración que producen las mujeres. Aquí el extracto del e-mail.
No sé si recuerdes que en mi pasada visita a Morelia me compré algunos libros. (En realidad, no tendrías porqué recordarlo) En fin, a lo que voy es que uno de ellos era del maestro --por favor, ponte de pie-- Rubem Fonseca. Yo llegué a su literatura hará unos diez años, quizá un poco más. Y desde entonces no lo suelto.
Te platico esto porque en 2007, durante la Feria del libro de Guadalajara, entré a una lectura pública que hizo el maestro. Ahí leyó unos cuentos de su (entonces) nuevo libro: Ella y otras mujeres. A todos nos atrapó. Pero hubo uno cuento en particular que, cuando lo escuché, y luego cuando lo leí en la tranquilidad de mi casa, me siguió gustando. Estoy convencido, y así lo he dicho siempre que puedo, que es un cuento perfecto. Tiene todo. (Desde luego, no todos los cuentos están del mismo calibre, pero, en serio, no hay ninguno malo.) Bueno, ahora te comparto aquel cuento.
De nada.
ELLA
Tomé su mano, la puse sobre mi corazón, dije, mi corazón es tuyo, después la coloqué sobre mi cabeza y dije, mis pensamientos son tuyos, moléculas de mi cuerpo están impregnadas con moléculas del tuyo.
Después puse su mano en mi verga, que estaba dura, y dije, esta verga es tuya.
Ella no dijo nada, me la chupó, después le chupé la panocha, se subió encima, cogimos, ella se quedó arrodillada, con la cara en la almohada, la penetré por atrás, cogimos.
Me quedé acostado y ella, de espaldas a mí, se sentó sobre mi pubis y metió mi verga en su panocha. Yo veía cómo entraba y salía mi verga, veía su culo rosado, que después lamí. Cogimos, cogimos y cogimos. Me vine como un animal agonizante.
Ella dijo, te amo, vamos a vivir juntos.
Le pregunté, ¿qué, no estamos muy bien así? Cada quien en su rincón, viéndonos para ir al cine, pasear por el Jardín Botánico, comer ensalada con salmón, leernos poesía uno al otro, ver películas, coger. Despertar todos los días, todos los días, todos los días juntos en la misma cama es mortal.
Ella respondió que Nietzsche dijo que la misma palabra amor significa dos cosas diferentes para el hombre y para la mujer.
Para la mujer, amor expresa renuncia, dádiva. En cambio, el hombre quiere poseer a la mujer, tomarla, a fin de enriquecerse y reforzar su poder de existir. Le respondí que Nietzsche era un loco.
Pero aquella conversación fue el principio del fin.
En la cama no se habla de filosofía.
Saludos cordiales,
Pepe David
PD (1): ¿Cómo va todo por allá? ¿Cómo está Nick? (Dale muchos besos de mi parte)
PD (2): Te dejo… creo que me están observando