28 de octubre de 2012
Ya no Quiero ser Mexicano
El prólogo es contundente:
México, uno de los países más pobres
y corruptos del mundo. Uno de los más obesos. Uno de los más estúpidos, si nos
basamos en que la mayoría de los profesores son incapaces de resolver no sólo
sus propios exámenes, sino los que deberían resolver sus alumnos. Uno de los
países más injustos. Uno de los más impunes, con datos terribles: 97% de los
crímenes se quedan sin resolver, la cultura en manos de dos instituciones
atroces: la SEP y Televisa. En el transcurso del prólogo Mauricio hace algunos
cuestionamientos puntuales: qué pasaría si el mexicano apagara la tele y se
beneficiara de su ingenio, en vez de convertirse en un macho que se agarra a
trompadas por nada, pero que se acobarda cuando debe comportarse como hombre?
Qué pasaría si nuestro intelecto no cayera tan dócilmente en las trampas de los
esterotipos creados por los gobiernos, la aristocracia, la tv, la industria de
la música? Qué pasaría si ese ingenio y ese lenguaje, con la rapidez y contundencia
que tienen los vagos, las secretarias chismosas que hablan mal del jefe,
crecieran para vernos a nosotros mismos tal cual somos?... se responde el
propio Mauricio, sería como si un mexicano llegara a un país extranjero llamado
México.
Tomo la idea de Bares para decir que este libro fue escrito
con odio, sin ocultar ni maquillar nada, un libro que fue escrito por un
ciudadano común, un poco freak, pero común, no fue escrito desde el punto de
vista del intelectual, ni del burgués rencoroso que lamenta haber nacido en
México.
Ya no Quiero ser Mexicano es una lectura que estará siempre vigente,
a menos que venga un terremoto y nos cargué a todos la chingada o a menos que
las profecías mayas sean ciertas y que después de todo eso, surja una nueva
generación, una nueva raza, de no suceder esto, el país seguirá viviendo sus
propias desgracias, sus propias costumbres y vicios, seguiremos con los mismos
clichés y los mismos lugares comunes; celebrando a nuestros héroes demasiado
ridiculizados hoy en día; idolatrando de la misma manera a la virgencita de
Guadalupe que al Chicharito Hdez.; pero eso sí, festejando cada época del año,
una sociedad que festeja un país qué no sabe lo que es eso. Resulta irónico que
festejemos cuando a los que les ha ido bien son a los mismo de siempre, no se
puede celebrar una fiesta nacional si sólo unos cuantos tienen motivos para reír
y bailar.
Por eso el libro de Bares es una lectura obligada, habemos
muchos que como Mauricio nos enfrentamos y nos oponemos a la forma mexicana de
pensar.
Ya no Quiero ser Mexicano surge de una original mezcla de
humor, sarcasmo, burla, desenfado, albur y reflexión en torno a lo que el joven
Mauricio se enfrenta desde pequeño en la ciudad más caótica del mundo: la
ciudad de México.
El libro reúne 10 relatos que inicia con el texto que le da
nombre a la obra, Ya no Quiero ser Mexicano, en el que el pequeño Mauricio se
niega a temprana edad a ser un charrito en miniatura, un Pedrito Infante criado
entre sus doce hermanas mayores. No le atrae tampoco su Acapulco en la azotea
miserable de su casa, ni los programas de concursos, ni JuanGa, ni José José.
A los quince años, el personaje Mauricio, descubre que la
vida de adulto no deparaba grandes planes para él y que el máximo consuelo
adolescente, el noviazgo, era un largo y engorroso trámite burocrático para
conseguir dos fajecitos por semana.
Su juventud, lejos de ser una época dorada, se va
convirtiendo en un interminable lapso de aburrimiento levemente amortiguado por
el aburrimiento y el desgano. Muy pronto, el joven Mauricio se da cuenta que se siente
extranjero en su propia tierra. No cree en la historia, y pone como ejemplo a
ese niño héroe que se avienta sin acordarse jamás de la bandera, a ese famoso
niño que prefiere antes el suicidio que terminar prisionero de guerra de una
nación que nunca terminaría –ni terminará- de cuajar. Durante la novela el
personaje vive acosado de su propio destino. No le gusta nada: no le gustan los
mexicanos de la tv. Ni los otros. No se siente pertenecer a ninguna clase
social. Odia la amistad del barrio y la conveniencia clasemediera. Detesta –con
justa razón- a las mujeres que parecen vírgenes y que son vírgenes. Aborrece a
los políticos tanto como a los intelectuales. Y a partir de ahí, el personaje
principal busca las maneras y las formas para dejar de ser mexicano, le vale
madres México, se da a la tarea de conquistar una chica japonesa, una africana,
lo que sea con tal de renunciar a su obsceno pasaporte.
Durante las siguientes páginas podemos comprobar que
Mauricio no conquista a nadie y se revela a vivir un autoexilio personal y
decide salir del país y comienza una constante huida y búsqueda, una manera
distinta de cuestionar desde lejos todas los conceptos de mexicanidad.
Así llega a Ámsterdam y el personaje nos da un paseo por una
ciudad con habitantes de todas las razas, millonarios excéntricos y vagabundos
fumando heroína; cafeterías anunciando la venta de hashis, museos y sex shops, putas
aburridas en vitrinas, resulta un tanto irónico y un ejemplo para el mundo la
legislación holandesa para que la ley les respete sus adicciones y, encima, que
el Estado las financie. Demasiado pronto se le terminan los privilegios de
turista a Mauricio y se va enfrentando a una serie de anécdotas laborales, a
vivir a en contra de la ley, cosa que no desconoce puesto que así había vivido
siempre. Su primer empleo es atendiendo un bar frecuentado por negros en donde
cada noche se escenifican ruidosas peleas entre negros y latinos. No dura mucho
ahí. Comienza a vagar por todas partes, se sube al transporte sin pagar,
siempre con el riesgo de ser aprendido, su situación legal lo pone contra la
ley, su sola presencia es ya un delito.
Su paso por Holanda es sobrevivir el día a día, pasarla
bien, evitar el aburrimiento y aprovechar el ocio, mirar al techo, por ejemplo.
A las paredes. Al piso –escribe Mauricio con desenfado. Fuma hashis y ve la televisión en donde encuentra algo
parecido a la felicidad. Nos cuenta divertidas anécdotas, una de ellas no la
cuenta en el texto titulado Las bicicletas también se Embarazan, con humor y sarcasmo, Bares nos cuenta la historia de un tipo que acostumbra a vaciar sus líquidos seminales en el asiento de la bici, cosa que confundían con extrañas cacas de pájaro que limpiaban todas las mañanas del sillín antes de montar la bicicleta,
pronto el misterioso visitante nocturno es descubierto y nuestro personaje decide colocar en la puerta un condón, acompañado de una nota que en
inglés intentaba decir:
Querido vecino: sabemos que las bicicletas pueden ser más
entrañables que los humanos y nos preocupa que la nuestra sea victima de un
embarazo no deseado. Atentamente sus vecinos.
Su siguiente empleo es una casa de citas o algo parecido, es
el encargado de contestar el teléfono, enganchar a los clientes con alguno de
los muchachos, servía tragos a los clientes mientras se tomaban su tiempo para
elegir entre una planilla de jovencitos, tantos pinches libros para terminar
como lenón, y de hombres, le escribe en una carta un amigo suyo. En este curioso lugar encontramos personajes extraños, tipos
que con dinero quieren que un tipo le limpie el culo que no se ha limpiado
después de ir al baño.
Su siguiente parada es Inglaterra, en donde visita el
legendario cementerio de Highgate, el motivo es visitar una tumba en
particular, la tumba de Karl Max. Ante la impotente tumba le asaltan preguntas
propias existencialistas de ese escenario terminal:
Quién soy?
De dónde vengo y a dónde voy?
Soy o me parezco?
Dios, existo?
Dios, existes?
Entrar al cielo, cuesta?
Personalmente me parece extraordinario la crónica con
la que termina este libro, Economía Política del Pesero, en ella el personaje
Mauricio regresa a casa, a sus
tierras que lo vieron nacer y de la que tanto se quejó y despreció y
despotricó. Un texto a la perfección donde se describen las manías de sus tripulantes; niñas, señoras y putas; despotrica contra la clase obrera y dizque trabajadora; hace un retrato fiel de una clase media que siempre está chingando al
semejante. La vida se reduce a un trozo de mierda para el 90% de mis
compatriotas, pero eso no me hace quererlos, tampoco compadecerlos, ni a ellos
ni al 10% restante, reniega otra vez, nuestro antihéroe, Mauricio. En el pesero
encontramos desde el niño que a todas luces no debió nacer, pero que ya es un
hecho irrefutable. Visualiza a la niña que pronto estará mordiendo una jicama
con limón y mucho chile piquín, fajando en un callejón oscuro escuchando
promesas de mongol, la ve embarazándose en un parque, la ve con una patada en
el culo. Todos los vicios y manías están dentro de un pesero, un chofer
salvaje, de malos gustos musicales, que no conoce las leyes, menos las de
tránsito, un hermosa mujer que parece ángel y que por un momento hace que se
olvide tanta vulgaridad, pero ni los ángeles cambian la perspectiva de Mauricio
que vuelve al ataque diciendo que detesta a los ángeles. La ventana del pesero
sirve como pantallas de un televisor aburrido, muestran un
programa de permanencia voluntaria, sin disco de canales ni botón de apagado.
Por un momento intenta hacerse el héroe, rescatar al ángel
del repegón de nalgas y de un posible atraco, pero recuerda que si la historia
de su infancia lo empujó al heroísmo, las decepciones de su adolescencia lo
sentaron de un puñetazo. Que pretencioso el querer cambiar la historia, la
cultura y la economía política de un país en un triste pesero –medita Mauricio.
En Economía Política del Pesero, Mauricio finalmente acepta
la particular y decadente forma de vivir. Reniega la realidad que le tocó vivir
para al final reconocer y aceptarse tal y como es.
Mauricio Bares es narrador,
traductor y editor. Fue cofundador y director de A Sangre Fría, ahora dirige la
editorial Nitro/Press. Es autor de Sreamline 98, Sobredosis, La Vida es una
Telenovela, Posthumano y Ya no quiero ser
mexicano.
Texto leído y comentado en la V Feria Nacional del Libro y la Lectura 2012 con el propio autor.
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8 comentarios:
si no kieres ser mejicano vete a otro pais dond seguramente seras un exclavo de mierda mejicanos dan asco pobres seres sinm autoestima matense mejorsi no kieren existir matense
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Tal vez otro título posible sería "ya no quiero se Mauricio".
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