Si resumieras tú vida en un año y medio te darías cuenta que pueden ocurrir muchas cosas: conoces gente, visitas lugares nuevos, experimentas diversos trabajos generalmente explotadores y mal pagados, te desahogas participando en magnánimas noches de juerga, tienes sexo con desconocidos. Todo es parte de la vida.
Y aun con el transcurso de los meses ves que las cosas no cambian: el gobierno continua operando con su falta de capacidad y sensibilidad, ya sea PRI, PAN, PRD o uno de esos partidos de poca monta y transitorios, pero no por eso menos mañosos. Lees las noticias y encuentras que hablan de lo mismo como una deprimente canción interminable: violencia aquí y allá, más decapitados, más narcotraficantes apoderándose de la plaza contra carteles rivales y por si fuera poco, una crisis económica mundial que se avecina cuál hecatombe religiosa.
Tratas de evadirte mirando la televisión y encuentras las caras sonrientes de Gloria Trevi, Fernando Colunga y Adal Ramones diciéndote que no hay pedo: “Di que amas a México y así todo se solucionará, mañana despertarás e irás a partirte el alma trabajando” cuando en el fondo te ríes pensando que ellos también se la parten, pero la cola, en vez de motivarte tienes ganas de mentarles la madre. Televisa es como el soma de los pueblos, un mundo artificialmente feliz que debe mantener a la gente como tal, exenta e inmune de tristeza y dolor, aun cuando haya quienes laboren diariamente 14 horas para ellos. No, sabes también que el sistema laboral es un desastre. Cualquier tarde puede caer un jet hecho pedazos tripulado con funcionarios públicos de alto nivel y todo acaba ahí mismo: trabajo, dinero, reputación. La vida es más impredecible de lo que parece.
Pasan los días y los meses, tachas en el calendario cuánto falta para que termine el año y esperas que no se vaya tan rápido mientras en los aparadores de las tiendas encuentras con antelación las ventas prenavideñas ávidas de apoderarse de tu aguinaldo si es que lo recibes y no te pagan por honorarios. La angustia te carcome: ¿qué he hecho este año?, ¿en qué se me ha ido el tiempo?, te cuestionas a ti mismo. La presión de la sociedad es cabrona: debes ser un campeón, o serás un loser mal etiquetado; la cultura del hit es tan abrumadora y absurda como una telenovela. Ya lo sabes: el próximo año debes superarte, tú eres el futuro de México y está en tus manos el gran cambio (¡chale! ¿y a mi por qué me adjudican tamaña obligación?).
Pero han pasado más de 20 meses en qué decidiste arreglártelas por tu cuenta ¿no? En que decidiste tomar esas pinchis maletas y largarte de tu casa sintiéndote todopoderoso sin saber de qué se trataba la aventura. Luego llegaste y conociste a esa persona por el parque y le sonreíste, te enamoraste, estabas perdidamente enamorado para luego darte cuenta que nunca te iba a pelar, que tenía compromiso e hijos de por medio y tu no figurabas en sus planes ¿Qué hubiera tenido de malo un acostón de cuates? Luego conociste a otras personas e hiciste lo que no pudiste con la anterior, luego llegó otra y otra no terminabas de saciarte como animal en celo, y así ad infinitum. Al menos tu libido no quedó desatendida, pero tu corazón quebrantado.
Los meses transcurrieron y decidiste mandar al diablo al amor-que chingue a su madre-pensaste. Y luego, una linda noche, conociste a esa otra persona extranjera con quien tuviste la relación que siempre deseaste, pero no resultó lo esperado. Tenías tan mala suerte que ya hasta pensabas que eras “del otro bando”, caray. Nada te satisfacía…
Y después seguías buscando tu sueño, no desistir en lo que te habías planteado desde el inicio y sentiste ganas de maldecir a todos esos seres que te pusieron piedras en el camino. Finalmente encontraste de todo como en “El Señor de los Anillos”: hobbits, elfos y orcos. No habías llegado a ese lugar para quedarte para siempre, lo olvidaste hace mucho, pero era la verdad ¿para qué te la quebrabas?
Ya se van a cumplir dos años y tu conciencia te azota como en Crimen y Castigo, sólo que en este caso no sabes a quien mataste. Quizá a ti misma con tus constantes elucubraciones y demonios internos.
Pero para regocijarte y dejar de hacerte tantas pajas mentales, decidiste volver a prender la televisión. Te volviste a topar con la cara mustia de Galilea Montijo y Gloria Trevi tratando de convencerte nuevamente de que la crisis mundial es sólo un cuento de hadas. Por fin sonreíste, tienen razón, eso es sólo un invento de los economistas. Prendiste un churro y te echaste en el sillón. Que lo resuelvan ellos.
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