El escritor Guillermo Fadanelli, con motivo de los próximos festejos, escribió en su columna del periódico "El Universal" una interesante reflexión, aquí un extracto... "Reunión de muchos, a temblar los pocos”, decía una tía que se quedó soltera toda su vida sin darse cuenta de que lo contrario es también aterrador y que en México, este fragmento de país en escombros, cuando los pocos se reúnen (obispos, políticos, hombres de negocios), los muchos tienen que pagar la cuenta. Bonita manera de festejar tenemos. Además, cuando hay algo que celebrar uno tiene que poner dinero. Y como en mi familia me enseñaron a poner todo o a no poner nada, y no soy tan cínico como quisiera, en ambos casos siempre salgo perdiendo. Hoy que se cumplirán 200 años de no sé qué me aterra que la plaza se caliente, pues sé que las celebraciones populares siempre se pagan con uno que otro muerto. Quiero decir que no tenemos nada que festejar como sociedad porque a los únicos que les ha ido bien es a los de siempre. Y cuando esto sucede, entonces la fiesta se ensombrece. ¿Por qué salen los patrones a la calle a pedirnos a los jodidos que cantemos a un mismo ritmo y cobijados bajo el mismo entusiasmo? ¿No les parece un cruel desaguisado? No se puede celebrar una fiesta nacional si sólo unos cuantos tienen motivos para reír. ¿Es tan difícil de comprender algo tan sencillo? Claro que no, pero el cinismo no viste discreto en estos tiempos. En una democracia las celebraciones populares deberían por lo menos tener raigambre popular. Y contarán con ella pues siempre habrá una multitud de muertos vitoreando su propia muerte, como en los poemas de Miguel Hernández o de Cernuda. Yo me quedaré en casa. Lo que no seré en esta ocasión es tolerante. No saldré a la calle a abrazarme con un extraño que quiere un país, pero no sabe qué es eso. Y además me pueden robar los 100 pesos que tengo en la bolsa, o la foto de alguna de mis amantes encueradas. Sólo eso faltaría. Que me sacaran del bolsillo lo que me da vida. Lo han hecho siempre. Los ladrones desean que salgamos a la plaza para justificar sus tropelías. Hasta una bandera de México llegó a mi casa. Nunca había tenido una tan cerca y en vista de que habito en un tercer piso pensé en lanzarme a la acera envuelto en ella como lo hiciera el dramático Juan Escutia. Sin embargo, los héroes están demasiado ridiculizados hoy en día. ¿Por que voy a lanzarme de cabeza en la acera? No hay motivos. Y además me pueden robar mis fotos." El texto completo en el periódico "El Universal" en la edición del lunes 13 de septiembre de 2010 Palabras sabias.
14 de septiembre de 2010
Que celebren los pocos
10 de septiembre de 2010
Cristal (últimos capítulos)
Chava Munguía
Capitulo VI. La Llamada
La llamada llegó. El teléfono sonó justo al medio día. Era un bochornoso sábado.
Es curioso, pero siempre poseí una intuición extraordinaria. Cuando intuyo algo, y por razones que hasta ahora desconozco, la ceja de mi ojo derecho comienza a temblar. Al escuchar los sonidos del aparato telefónico, supe de inmediato de quién y de qué se trataba. La ceja hizo un juego de arriba abajo demasiado molesto. A pesar de tener el auricular cerca, no quise contestar. Pero lo hizo mi madre.
–¿Siii? -contestó mi madre. -Que manera de contestar, Dios mío-. Y continuó,
–¿Quién lo busca?, -una pausa- Permítame un momento señorita…..¿Señorita qué, me dijo? -otra pausa- Un momento eh.
Si algo me molesta en el alma, es hablar por teléfono. Y más si me interrumpen. Estaba releyendo el comienzo de un libro extraordinario, El Guardián entre el Centeno, de J.D Salinger.”Si realmente les interesa lo que voy a contarles, probablemente lo primero que querrán saber es dónde nací, y lo asquerosa que fue mi infancia, y qué hacían mis padres antes de tenerme a mi, y todas esas gilipolleses,…. de pronto, escuché la voz chillona de mi madre:
–Te llama un mushasha –mi madre, arremedó a Cristal, como si ella hablara muy bien-.
Ya sabía quién me buscaba, sin embargo, pregunté.
–¿Quién es?
–Dice que se llama Cristal y que son compañeros del equipo de voleibol…. No sabía que también practicabas al voli –agregó mi madre-.
No dije nada. En realidad no me gustaba el voleibol. En mi escuela sólo lo practicaban los afeminados. Tomé el teléfono y dije:
–Bueno.
–Hola Shavi.
–Hola Cristal, ¿cómo conseguiste mi número?
–Es lo de menos Shavi… quiero verte hoy, por la noshe.
–No sé si pueda.
–Yo sé que puedes. Te prometo que nos divertiremos como antes.
–No estoy seguro de querer divertirme como antes… ya te dije que tengo novia.
–Ya te dije que no me importa que tengas novia.
Hubo un silencio. Después preguntó:
–¿Sabes qué es una orgia, mi vida?
Me quedé perplejo ante la pregunta y reaccioné:
–Una inmoralidad, una obscenidad… ¡santo cielo, Cristal, haz enloquecido!
–Te invito a una, esta noshe.
–¡Dios mío!....estás loca, ¿deberías buscar ayuda medica…o ir con algún cura?...Dios mío…
–Jaja…ash Shavi….siempre con tus ocurrencias…oye, tengo que colgar, te espero a las diez, no llegues tarde, las shicas y yo te estaremos esperando.
–¿Cuáles chic…-no alcancé a terminar la pregunta, ya había colgado.
Traté de pasar inadvertida aquella llamada. Traté de seguir con mi lectura. Traté de sacudirme las palabras de Cristal, la imagen de Cristal. Intenté evadir la palabra orgía. Traté de no imaginarme entre varias mujeres. Intenté pensar en Liliana y así sentir algún tipo de remordimiento. Intenté, traté, intenté y traté.
Y no lo logré.
Ni la filosofía, ni la historia, -ni nada-, lograron apagar la sed del cuerpo.
La curiosidad influyó en mi decisión. De cualquier forma iría preparado. No quise darle rodeos al asunto y me alisté como si un guerrero se enfrentará a la peor de las contiendas. Llevé a cabo los rituales del torero minutos previos a salir al ruedo. Tomé una ducha de agua fría. Enjuagué las partes más sensibles con agua helada para una mejor circulación en la sangre. Comí en abundancia; de botana, me preparé unos ostiones con chile y limón. Tomé suficientes líquidos. Me afeité. Me friccioné por todo el cuerpo una loción de mi padre. Planché ropa formal. Le di grasa a mis zapatos.
Estaba ansioso. Decidí que lo mejor sería leer un poco de poesía. La poesía me relajaba. Memoricé un pequeño fragmento especial para la ocasión; “yo estaré sobre ti, y todas las mujeres tendrán un hombre encima en todas partes”.
La palabra orgía me causaba sospecha. No estaba tan equivocado en cuanto a su significado. De chiquito, me imaginaba siendo el rey de un palacio, rodeado de una servidumbre de mujeres bellas y en pocas ropas. Debo confesar que no era una servidumbre denigrante; todas ellas convivían en armonía, sin envidia, sin celos, sin enojos. Tenían distintas funciones. Una tenía la tarea de hacerme cosquillitas en los pies, otra, frotaba mi pelo, otra, la espalda, una, me daba de comer en la boca. No había sexo, únicamente me llenaban de besos y abrazos y cosquillas, hasta ahí. Era un niño y para mí, eso era una orgía.
Es sabido que todo varón heterosexual, al menos una vez en su vida, ha imaginado estar con en medio de un puñado de señoritas desnudas. Yo no era la excepción. Pero una cosa son los sueños y las fantasías, y otra, la realidad. No quise seguir pensando más en la palabra orgía.
Cuando salí de casa, y sin afanes de presumir, estaba hecho un tipazo, un galán del cine de oro, un dandy.
–¿A dónde vas tan guapo? -dijo la entrometida de mi madre.
–No me esperes, llegaré tarde.
–¡Cómo que no te espere!…. ¿a dónde vas?
–Por ahí, a dar la vuelta.
– Aquí se llega a una hora muchachito, y te recuerdo que todavía eres menor de edad, así que bájale de huevitos. –Si algo me molesta de mi madre, es su vocabulario vulgar-.
Mi padre en algo tiene razón, tratándose de una mujer rabiosa, lo mejor es ignorar. Y me largué.
Capitulo VII Una verdadera Orgía
Llegué diez minutos antes de la hora acordada. Abrió la puerta Cristal. Me dio un largo beso, primero en la mejilla y después en la boca. Sus labios sabían a un dulce licor. Vestía una corta y ajustada falda, una blusa blanca de delgados tirantitos y un escote de miedo. Sobre el pescuezo resaltaba un crucifijo de oro macizo, de mal gusto. Llevaba el pelo suelto, alborotado. No llevaba una pizca de maquillaje. De cualquier forma se veía hermosa.
–Shavi, que bueno que viniste, te estábamos esperando. Ven, pasa.
Dentro, en la sala, estaba Roxana, la mujer que meses antes y de manera breve me había presentando Cristal.
–Hey Shavi, que bueno que viniste, Cristal estaba ansiosa de que llegaras –dijo.
–Hey, ¿cómo estás?....¿qué te haz hecho? -dije por decir algo-. De pronto, interrumpió Cristal, –Toma, bebe esto, lo preparé para ti, está rico.
La bebida era dulce, el tipo de bebidas que le gustan a las chicas. Me tomé de un jalón tres copas seguidas. Me mareé un poco.
Algunos minutos transcurrieron entre risas y bromas. Comimos carnes frías y más vino. Justo a la hora, alguien tocó a la puerta. Se trataba de Pamela, que al igual que Roxana, la conocí meses atrás de manera efímera.
Pamela llegó borracha. Traía un diminuto vestido, color marrón, zapatillas del mismo color. Sin embargo, y pese a su atuendo, se veía desarreglada, el rimel de sus ojos le escurría por los pómulos, los labios, -también pintados de color marrón-, daban la impresión que se los había pintado un invidente. No lucía bien. A cada paso, tambaleaba, santo cielo. Cristal y Roxana no paraban de burlarse. Yo sentí un poco de pena. Pobre criatura.
Sírveme un trago por el amor de dios –berreó Pamela, borracha. –Las otras dos rieron como unas condenadas hienas.
–Y tú, ¿quién carajos eres?...
–Soy Salvador, mucho gusto.
–¡Ahh!... claro, tú eres el cabroncito que te andas cogiendo a mi amiga.
Sentí un calor en las mejillas, seguro se me pusieron rojas de vergüenza. No supe que contestar. Las otras volvieron a reír. Me sentí incomodo. Pero duró poco.
El bailecito
Las otras dos se la estaban pasando de lo lindo. La alegría es contagiosa. Además, cómo no estarlo, si estaba rodeado de hermosas mujeres. Bebí otro gran trago. Brindamos por la noche. Ellas brindaron por las mujeres. Yo también brindé por ellas, por todas. Después brindaron por los hombres. Me limité a brindar. No sé quién sugirió bailar. No era mala idea. Me gusta ver bailar a la gente. Para ser franco, a mí no me gusta. Sin embargo, desde pequeño tenía una habilidad especial para el baile, dominaba todos los géneros, no había uno mejor que yo bailando: rockanrol, twist, a gogo, salsa, cumbia, todos los dominaba a la perfección. En pocas palabras; era un trompo.
No supe en qué momento nos encontrábamos todos bailando. La sala se convirtió en una pista de baile. Cristal puso una colección que me dejó con la boca abierta; ahí estaba Billy Lee Riley, Bill Woods, Carl Perkins, Elvys, Little Richards, etc. Bailaba con una y con otra y con otra. A veces, las tres al mismo tiempo. Nuestros cuerpos estaban empapados de sudor. Era una noche inolvidable. Desee con toda mi fuerza que no se fuera a terminar.
Por unanimidad cambiamos de género musical. Entre cajas de acetatos, extraje un disco, se titulaba, “Los Mirlos, desde Perú”. Quedé atrapado al escuchar las primeras notas. Nuestros cuerpos se contoneaban con soltura. La letra era maravillosa. La aprendí de inmediato: “eres bien bonita, pero mentirosa, engañas a los hombres, siempre con mentiras… mentirosa, mentirosa, dices te quiero mi amor, pero no lo dices con buena intención, porque tú no tienes corazón”. Vaya canción por el amor de Dios. Le quedaba al dedo a Cristal.
Siempre me ha molestado la gente que se adueña de las consolas, de la música, y sin embargo, ahí estaba yo, escogiendo el repertorio musical para hacer bailar a las lindas princesitas. El colmo fue cuando puse un grupo llamado “El Mexicano”, eran sonidos vulgares, pero muy divertidos. A ritmo de caballito nos pusimos de nuevo a bailar. La letra, también coincidía con esa noche: “me siento muy contento, me siento muy feliz, ya es fin de semana y me pienso divertir, el viernes me desvelo y el sábado también, y el domingo me enredo con quién me quiera bien…feliz, feliz…
Y de la misma forma que rezaba el estribillo, yo me sentía feliz, muy feliz. De la orgía era de lo menos que me acordaba. Seguía prestando atención a la letra, y escuché cantar: “el viernes con Teresa, el sábado Raquel y el domingo Vanesa, es la que me trata bien”….vaya descaro, me quedé helado. El ritmo de caballito puso a las damas en estado efervescente, “repítela, repítela Shavi” decían todas. No me quedó de otra que bailar al caballito cerca de siete veces. No estaba tan mal, el baile se trataba de rejuntar los cuerpos lo más cerca. Era una reunión de pelvis y de ombligos. Previo a lo que estaba por venirse.
La orgía
No me hubiera importado haber bailado toda la noche. Hasta que…
Cristal ordenó que pusiera una canción lenta. “Más cashonda Shavi”. Busqué entre un montón de discos viejos. En cuanto tuve el acetato en mi manos, supe el impacto que tendría. La portada era de un hombre negro. El tipo se veía de pocos amigos, pero tenía a la vez una aire de inocencia. Vestía estrafalario. La portada decía con grandes letras doradas, Barry White, “Canciones para Enamorar”. La aguja del tocadiscos comenzó a girar. Primero se escucharon unos coros femeninos, angelicales, después, una voz grave, muy grave, clara y limpia, y comenzó a cantar: “oh baby, we better, try to get it together”. Cerré los ojos, me imaginé siendo yo Barry, imaginé a Pamela, Roxana y Cristal, siendo mis coristas.
Después vino otra canción, muy distinta a la anterior, Barry haciendo unos sonidos sensuales, eran susurros explícitos. Seguro alguna declaración sexual al oído de alguna pervertida. El coro era pegajoso: “never never gonna give you up”. Era lo más cachondo que había escuchado. “Ven Shavi, abrázame fuerte”, dijo Cristal. Tuve una erección que me impidió seguir bailando. “Ash Shavi, qué es eso que siento”. Me sonrojé un poco.
Cuando sonaba, “can´t get enougt of your love babe”, sentí unas delgadas y tibias manos rodear mi cuello. Eran las manos de Roxana, me giré y nuestros labios se encontraron. Cristal por su parte, daba pequeñas mordiditas en mi oreja. Pamela, trastabillando, fue al encuentro. Pamela propuso un beso masivo, apestaba a alcohol. Nos besamos como pudimos, todos juntos, era bastante incomodo. Después, las tres, comenzaron a bailarme lentamente. Las manos de las tres recorrían mi cuerpo de arriba abajo. Volví a cerrar los ojos y me dejé llevar. Sentí unos cálidos labios besar mis oídos, la nuca, la espalda…, una pellizco mis nalgas, otra tocó calidamente el paquete guardado debajo de mi pantalón… Dios mío santo, era la gloria, era el paraíso, el infierno. Eran las dos cosas a la vez.
Ahí, en medio de la sala, los cuatro cuerpos se fusionaban en uno sólo. A pesar de la música, oía claramente el inconfundible seseo de la tela al ser frotada. Cuatro cuerpos friccionándose, cuatro cuerpos tocándose. Cuatro almas buscándose.
Pamela, que para esas horas estaba muy borracha, se quitó de un tirón el vestido marrón y sus pechos surgieron a la vista. Se quedó como Dios la trajo al mundo. Las otras dos, no se quedaron atrás. Roxana comenzó a desabrochar un ajustado pantalón azul y un jersey negro, como sus cabellos. Se quedó únicamente con un diminuto calzoncillo. Poseía una preciosa piel satinada. Lo mejor estaba por venir, y tenía nombre, se llamaba Cristal. “Quítamelo tú, Shavi”. Debajo de la minifalda negra, había un encaje blanco, muy brillante, que contrastaban con el color aceituna de su piel. El brasier mantenía con esfuerzo un par de endemoniadas tetas. Por mi parte, tenía calor y olía a perfume de mujer.
–Yo primero -dijo Roxana.
–No, yo primero -dijo la otra.
–No se alboroten reinitas, que este muñecon es para mí…así que yo iré primero -dijo Cristal.
Cristal con una habilidad envidiable, en menos de dos segundos, me quitó el pantalón, los calzones, los zapatos con todo calcetines. La camisa, me la quitaron las otras dos….y que Dios me perdone, no llevaba nada más ni lo necesitaba.
Me dejé hacer. Sentí la mano artesanal de Cristal tocándome el sable. Cristal me recostó sobre la alfombra de la sala. Las otras dos hicieron lo mismo, se recostaron y comenzaron a tocarse entre ellas. Se tocaban los muslos, cerraban y abrían las piernas tallándose entre si. Escuché leves gemidos.
–No te muevas, quédate quieto –dijo Cristal. Me sentí un conejillos de indias. Y decidí cerrar los ojos.
Con su lengua puntiaguda, larga y tibia, Cristal, recorría despacio mi cuerpo. De los hombros a la espalda, de la espalda a la cintura, como si buscara algo. La lengua se deslizaba como si fuera siguiendo una ruta trazada en un mapa. Mientras me acariciaba, me quedé absorto en mis pensamientos. Mis manos intentaron devolver el favor. Cristal lo impidió. Sentí cosquilleos en el hueco de los riñones. Cristal bajó hasta sus pantorrillas los calzones diminutos. Las otras dos se entretenían entre si. Cuando Cristal estaba completamente desnuda, tomó mis manos, las puso encima de sus tetas, estaban frías.
–Caliéntalas, Shavi.
–Con gusto, mi reina.
Cuando mis manos daban un leve masaje a las frondosas y jugosas manzanas, Pamela interrumpió:
–Hey, hey, hey, Cristal, por qué no echamos un volado, es lo justo.
El comentario, me indignó. Y contesté:
–A ver, a ver, tampoco soy una rifa, que quede claro-. Pamela, con voz chillona, gritó:
– Tu cállate. –Y eso hice.
En realidad, no tenía preferencia. Cualquiera de las tres. Las tres mantenían un argumento hasta hora irrefutable, los cuerpos renacentistas no han pasado de moda.
–Tengo un plan, -dijo Cristal-. Vamos a vendarte los ojos, cada una te hará algo, y tu escogerás…¿de acuerdo, Shavi?
–ok.
–Hay que atarle las manos y los pies, -dijo Roxana, como si fuera de lo más normal. -Me opuse de inmediato.
– Con los ojos basta -dije.
–Las manos también, sino Cristal llevará ventaja, ya conoces el tamaño de sus nalgas y de sus tetas. -Tenían razón.
–De acuerdo, las manos también –contesté, seguro de poder romper las cuerdas cuando quisiera.
Me taparon los ojos con un pañuelo. Me dejé atar. Quedé tumbado boca arriba.
–Vamos a montarte y tu decides cuál primero, ¿de acuerdo? –otra vez Roxana.
–De acuerdo.
En la habitación sólo se oían fuertes respiraciones. La mía, estaba muy acelerada. Los latidos del corazón resonaban violentamente en mis oídos. La primera –no sé quién- tomó la espada en su mano, se la introdujo, y empezó a rotar despacio, como si tratara de hacer círculos. Fueron escasos minutos, si acaso un par. Me había gustado. No era Cristal. Lo sabía. Mi pene tuvo una fuerte erección. Jamás había alcanzado un tamaño y una dureza iguales. Era el turno para la siguiente. Ésta, se montó salvaje, se sacudió fogosamente de adelante hacia atrás, se retorcía de tal modo que hizo temblar mi cuerpo entero. Su turno había finalizado. Intuía que se trataba de Pamela. Alguien puso cerveza en mi boca.
–Bebe y no se te ocurra venirte –dijo en tono amenazante Cristal.
La siguiente se montó a horcajadas sobre mi, e inmediatamente supe que era Cristal. El cuerpo tiene memoria. Recordé cada una de las cosas que ella me había hecho y yo a ella. Recordé con vivida frescura el tacto de su espalda, de su nuca, de sus piernas, de sus senos. Reconocí su vagina. Notaba la diferencia de temperatura, de tacto. Me sentí flaquear… Se paró. Alguien quito la venda de mis ojos. Me observaron. Tenían una linda mirada.
–¿Cuál primero? –preguntó Pamela.
–La tercera –dije sin titubear.
–Eso es trampa…volvió a decir Pamela.
–Ni modo, se aguantan –contestó Cristal.
Cristal volvió al ataque. Se montó violentamente. Parecía haber perdido el control. Se movía en todas direcciones. Desaté fácilmente la cuerda con la que me habían amarrado. Mis dedos cercioraron cada parte del cuerpo de Cristal, los diez dedos, parecían tener vida propia, voluntad y capacidad de reflexión. La sujeté entre mis brazos. Envolvió sus piernas entre mis cintura. Fui hasta dentro. Sentí dividirla en dos partes. Cristal, jadeaba y gritaba como una yegua endemoniada.
Pamela y Roxana, dieron paso al jadeo, al choque de carnes, al escándalo de la humedad. Dos bellas criaturas estrujándose entre si, más promiscuas que un animal en brama. Era una extraordinaria vista. Mejor, incluso, que cualquier amanecer en el mar, mejor que cualquier luna llena.
Cargué a Cristal hasta la revuelta orgiástica. Me sentía poseído. Poseído de lujuria y placer. Había perdido todo autocontrol. Estaba bastante excitado. Sentía como si todos los tornillos de mi cuerpo se hubieran aflojado. De haber tenido más manos, las hubiera tomado a las tres.
Los cuatro, sin orden especifico, nos arrastramos en una guerra de manos, de culos, de tetas, de labios, de piernas, de lenguas que subían y bajaban, que giraban, se enrollaban y no se daban abasto. Carnes chocando, gritos, sudor, mordidas, gemidos, salivas, líquidos, sacudidas.
Probamos nuevas posiciones; de heladito, de angelito, de pinacate, al horizonte, de arriba y abajo, de derecha a izquierda….No aguantaba más. Tomé a Roxana, la puse de angelito…. y eyaculé.
Después de eso, sentí un alivio brutal. Di grandes bocanadas de aire. Mi respiración volvía a regularse. Sentía un ligero temblor en las piernas.. Boca arriba y con los ojos abiertos me quedé contemplando el techo en silencio. No supe quién puso su cabeza sobre mi estomago. Acaricié su cabello. Alguien hacía pequeños círculos en mi pierna. Me hubiera gustado tomarlas de nuevo entre mis brazos, pero ya no podía. Estaba exhausto. A mis costados sentía la tibieza de dos cuerpos. No sé cuanto tiempo permanecí así.
Cerré los ojos y de repente me vi envuelto en tinieblas.
Próximamente:
Los últimos dos capítulos, no se los pierda.
Capitulo VIII
Mi vida corre peligro
Mi padre es un Gandalla
Capitulo X
Adiós, Cristal.
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25 de agosto de 2010
Amargo manifiesto
Nunca me habían encabronado los días nublados y grises, ni mucho menos la lluvia. El verano -a pesar de mi dificultad para conciliar el sueño- era una estación que me remontaba a buenos recuerdos. Pero ya no. Sucedió así, de repente. Una mañana desperté empapado de odio y amargo dolor. Odiando la lluvia. Decepcionado de la vida, de mi vida. Asqueado de las personas que me rodean y también de las que no. Tenía unas inmensas ganas de llorar pero la rabia me lo impedía. Quería tirarlo todo por la ventana y luego yo detrás. Desperté desconfiado, indefenso, miedoso, enojado, derrotado, triste, cansado, con resaca.
Desde ese día no puedo sacarme de la cabeza, ¿de qué está hecho el ser humano? ¿De qué estamos hechos? La respuesta puede ser muy simple. Está compuesto por más de 20 elementos, de miles y miles de compuesto químicos, de billones de células, de tejidos, de unos cuantos órganos, de algunos aparatos y sistemas.
¿Pero, será todo? ¿Los sentimientos se podrán contabilizar como los billones de células?... Lo dudo.
¿Nacimos malvados?... Existe la posibilidad.
¿No se supone que fuimos –la mayoría- educados para hacer el bien a nuestros semejantes, a nuestro medio ambiente, educados para vivir en sana convivencia en la –porquería- de sociedad en la que nacimos?
¿Existirá la moral y la ética? ¿O es una de las tantas mentiras y fantasías creadas por el hombre?
¿Existirán –aún- seres caritativos y bondadosos?
¿Existirá el amor? ¿Acaso no es sólo un juego de intereses?
A lo largo de los años, cientos de hombres se han hecho estos cuestionamientos. Las conclusiones son pesimistas. El filosofo y escritor Emile Cioran, se preguntaba acerca de valores como la amistad, el amor y la familia. Decía, “son conceptos que poco me dicen ya, y quizás no sea por desengaños sino porque no creo en sentimientos que son imposibles en una sociedad como esta, o en una vida como esta. El hombre está condenado a no vivir en paz nunca, allá donde vaya, se sentirá obligado a cambiarlo todo y a adaptarlo a su gusto, con la excusa de que es lo mejor. Así va destruyéndolo todo y creando mierda a su alrededor, porque si algo hay perdurable que pueda crear el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa”.
Las palabras del viejo Cioran retumban en mi cabeza como el granizo que afuera se estrella contra mi casa, “el hombre está condenado a no vivir en paz nunca….el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa”.
¿Cómo demostrar buenos sentimientos en una sociedad descompuesta como la nuestra? Una misión imposible.
¿Tienen peso los sentimientos, las emociones?... Yo creo que no. El ser humano es un animal vacio. El espíritu del humano es como la piel que muda la serpiente, un calcetín hueco y podrido.
Si hurgáramos en el “interior” de la mayoría de la gente, sólo encontraremos, odio, rencor, venganza, malicia, amargura, mentiras, traición.
No es necesario llegar a los 30 años para tener nuestros primeros desencantos con la vida. Las primeras decepciones ocurren en la niñez. El padre no es el súper hombre que imaginábamos. Es un ser lleno de defectos como cualquier mortal. Pronto, seremos la semejanza de aquel hombre amargado y perdedor. Tendremos la herencia de sus peores vicios y carencias.
La religión es una tortura y un estorbo lamentable. ¿Existirá Dios? ¿Cómo saberlo? De existir, que abandonados nos tiene. A mi me da la impresión de que está avergonzado de haber creado un animal tan voraz como el ser humano.
Conforme vayamos creciendo, las decepciones formarán parte de nuestra cotidianidad, de la vida diaria. El primer –de muchísimos- fracaso con la mujer querida. Una dura penitencia que cargaremos el resto de nuestros días. La frustración de relaciones sentimentales fallidas, una y otra vez. Que sentencia más sabia escribió Philip Roth: “¡Que antinatural puede ser la relación entre dos personas!”
Antes creía que no había relación más sincera y pura que la de un amigo. Me refiero a un “verdadero” amigo. A esa persona que se convierte en el compañero de batallas, en el mejor aliado de veladas y borrachera interminables, al “salvador” de tus peores momentos de ansiedad y malestar. Pero equivocados estamos si confiamos en ellos. No dudarán a la primera oportunidad en traicionarnos, pisotearnos y escupirnos. Otra vez Cioran, “la amistad sólo resulta interesante y profunda en la juventud. Es evidente que con la edad lo que más se teme es que nuestros amigos nos sobrevivan”.
No me cabe la menor duda, la mujer es un ser superior al hombre, pero gracias a su astucia, dificil será –no imposible- la amistad pura y verdadera entre hombre y mujer. En el aire flotará cierta tensión sexual. Son relaciones volátiles que mantendrán ocultos ciertos peligros.
La amistad está en peligro de extinción. La amistad y sus obligaciones implícitas están devaluadas. La lealtad, el respeto, la honestidad, la fidelidad, la confianza… se las ha llevado el carajo.
Y luego, el insípido futuro dependerá de nuestras decisiones. Un futuro terrible en un país ahogado en la mierda y el fracaso. El futuro dependerá de una palabra angustiante: elección. Elegir una carrera -siempre errónea-, elegir un trabajo–siempre miserable y hostil-, elegir una pareja para compartir el resto de nuestros días– ¡vaya fábula, vaya martirio! Y, cuando llegué el tiempo de fijarnos como objetivo, tener una casa propia, garantizar nuestra seguridad económica, la elección de tener hijos –vaya insensatez-, estaremos completamente perdidos.
Me queda la resignación. Sabiendo que no tengo muchas opciones. Resignación como el enfermo que detecta la enfermedad y empieza el tratamiento. Resignación como el desahuciado, que sabe, tiene los días contados.
Afuera es media tarde. La lluvia se ha convertido en pequeños hilitos muy delgados. Un chispazo de sol atraviesa el comedor de mi casa. Más que chispazo, es el breve destello de un sol sin ganas. La amenaza de más lluvia es indudable. Nadie podrá con la lluvia. Ni el astro sol.
Pienso: el sol es ingrato.
Desde ese día no puedo sacarme de la cabeza, ¿de qué está hecho el ser humano? ¿De qué estamos hechos? La respuesta puede ser muy simple. Está compuesto por más de 20 elementos, de miles y miles de compuesto químicos, de billones de células, de tejidos, de unos cuantos órganos, de algunos aparatos y sistemas.
¿Pero, será todo? ¿Los sentimientos se podrán contabilizar como los billones de células?... Lo dudo.
¿Nacimos malvados?... Existe la posibilidad.
¿No se supone que fuimos –la mayoría- educados para hacer el bien a nuestros semejantes, a nuestro medio ambiente, educados para vivir en sana convivencia en la –porquería- de sociedad en la que nacimos?
¿Existirá la moral y la ética? ¿O es una de las tantas mentiras y fantasías creadas por el hombre?
¿Existirán –aún- seres caritativos y bondadosos?
¿Existirá el amor? ¿Acaso no es sólo un juego de intereses?
A lo largo de los años, cientos de hombres se han hecho estos cuestionamientos. Las conclusiones son pesimistas. El filosofo y escritor Emile Cioran, se preguntaba acerca de valores como la amistad, el amor y la familia. Decía, “son conceptos que poco me dicen ya, y quizás no sea por desengaños sino porque no creo en sentimientos que son imposibles en una sociedad como esta, o en una vida como esta. El hombre está condenado a no vivir en paz nunca, allá donde vaya, se sentirá obligado a cambiarlo todo y a adaptarlo a su gusto, con la excusa de que es lo mejor. Así va destruyéndolo todo y creando mierda a su alrededor, porque si algo hay perdurable que pueda crear el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa”.
Las palabras del viejo Cioran retumban en mi cabeza como el granizo que afuera se estrella contra mi casa, “el hombre está condenado a no vivir en paz nunca….el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa”.
¿Cómo demostrar buenos sentimientos en una sociedad descompuesta como la nuestra? Una misión imposible.
¿Tienen peso los sentimientos, las emociones?... Yo creo que no. El ser humano es un animal vacio. El espíritu del humano es como la piel que muda la serpiente, un calcetín hueco y podrido.
Si hurgáramos en el “interior” de la mayoría de la gente, sólo encontraremos, odio, rencor, venganza, malicia, amargura, mentiras, traición.
No es necesario llegar a los 30 años para tener nuestros primeros desencantos con la vida. Las primeras decepciones ocurren en la niñez. El padre no es el súper hombre que imaginábamos. Es un ser lleno de defectos como cualquier mortal. Pronto, seremos la semejanza de aquel hombre amargado y perdedor. Tendremos la herencia de sus peores vicios y carencias.
La religión es una tortura y un estorbo lamentable. ¿Existirá Dios? ¿Cómo saberlo? De existir, que abandonados nos tiene. A mi me da la impresión de que está avergonzado de haber creado un animal tan voraz como el ser humano.
Conforme vayamos creciendo, las decepciones formarán parte de nuestra cotidianidad, de la vida diaria. El primer –de muchísimos- fracaso con la mujer querida. Una dura penitencia que cargaremos el resto de nuestros días. La frustración de relaciones sentimentales fallidas, una y otra vez. Que sentencia más sabia escribió Philip Roth: “¡Que antinatural puede ser la relación entre dos personas!”
Antes creía que no había relación más sincera y pura que la de un amigo. Me refiero a un “verdadero” amigo. A esa persona que se convierte en el compañero de batallas, en el mejor aliado de veladas y borrachera interminables, al “salvador” de tus peores momentos de ansiedad y malestar. Pero equivocados estamos si confiamos en ellos. No dudarán a la primera oportunidad en traicionarnos, pisotearnos y escupirnos. Otra vez Cioran, “la amistad sólo resulta interesante y profunda en la juventud. Es evidente que con la edad lo que más se teme es que nuestros amigos nos sobrevivan”.
No me cabe la menor duda, la mujer es un ser superior al hombre, pero gracias a su astucia, dificil será –no imposible- la amistad pura y verdadera entre hombre y mujer. En el aire flotará cierta tensión sexual. Son relaciones volátiles que mantendrán ocultos ciertos peligros.
La amistad está en peligro de extinción. La amistad y sus obligaciones implícitas están devaluadas. La lealtad, el respeto, la honestidad, la fidelidad, la confianza… se las ha llevado el carajo.
Y luego, el insípido futuro dependerá de nuestras decisiones. Un futuro terrible en un país ahogado en la mierda y el fracaso. El futuro dependerá de una palabra angustiante: elección. Elegir una carrera -siempre errónea-, elegir un trabajo–siempre miserable y hostil-, elegir una pareja para compartir el resto de nuestros días– ¡vaya fábula, vaya martirio! Y, cuando llegué el tiempo de fijarnos como objetivo, tener una casa propia, garantizar nuestra seguridad económica, la elección de tener hijos –vaya insensatez-, estaremos completamente perdidos.
Me queda la resignación. Sabiendo que no tengo muchas opciones. Resignación como el enfermo que detecta la enfermedad y empieza el tratamiento. Resignación como el desahuciado, que sabe, tiene los días contados.
Afuera es media tarde. La lluvia se ha convertido en pequeños hilitos muy delgados. Un chispazo de sol atraviesa el comedor de mi casa. Más que chispazo, es el breve destello de un sol sin ganas. La amenaza de más lluvia es indudable. Nadie podrá con la lluvia. Ni el astro sol.
Pienso: el sol es ingrato.
10 de agosto de 2010
28 de julio de 2010
21 de julio de 2010
Ramòn
"Aquel que es cruel con los animales se vuelve difícil también en su trato con los hombres. Podemos juzgar el corazón de una persona por la forma en que trata a los animales." Emmanuel Kant
El Chato murió apenas cumplidos los 17 años. Murió de manera trágica e inesperada. Murió en un accidente automovilístico. Era mi mejor amigo.
Cuando Ramón murió, tenía menos de 2 años. Si 1 año en el ser humano, representan 7 en un perro, Ramón tenía 14 años, es decir, un adolescente. Ramón, murió de manera trágica e inesperada. Murió envenenado. Era mi amigo y mi compañero.
Los dos, murieron jóvenes y vivieron rápido. Los dos, murieron injustamente. Quizá, suene exagerado comparar un ser humano con un animal, sin embargo, cuántos animales, valen mucho más la pena, que cualquiera de nosotros…
Leí por ahí, algo muy cierto, “un perro promedio, es mejor persona, que una persona promedio”, no aplica para este caso. La pérdida de ambos, me deja un profundo vacio, un constante dolor. Los dos, en distintas épocas, en diferentes circunstancias, y siendo de distintas naturalezas, eran mis amigos. Y sin amigos, uno no es nadie, nada.
La muerte de Ramón ha sido devastadora. Era amigos de todos. Quisiera pensar que su muerte no fue a propósito, y sí, un descuido. Pero comprobado está que, el ser humano no es bueno por naturaleza. Los desquiciados abundan. Nada derrota a la maldad.
Ramón murió injustamente. Se trataba de un perro carismático, querido y conocido en el barrio. Poseía cualidades envidiables; leal, respetuoso, valiente, cariñoso, alegre, seguro, sociable, optimista, generoso, limpio.
En menos de 2 años vivió intensamente. Primero, sufrió el abandono temporal de su madre (humana), eso motivo para que aquella curiosa mascota cayera en mis manos. Una vez en casa, siempre recibió atención y cariño. Ni siquiera le dio tiempo de volver a sufrir cuando yo tuve que irme a Europa, porque de manera instantánea, mi amigo Paz y Ramón se hicieron buenos amigos, los mejores. Sin embargo, no se salvaría una vez más de la maldad humana, fue raptado por unos días a cargo de un desalmado. Los desalmados abundan.
Al regresar, me uní de nueva cuenta a la jauría, y días tras día convivimos con él como uno más de la familia, uno más de la banda.
Ramón, era un perro sociable, a nadie sorprende que los humanos somos insoportables, y sin embargo, él se adaptaba a las fiestas varias que ocurrían en aquella casa, convivios, (orgías) comidas, etc. Convivía con todos (as) y con todos (as) se divertía. Cuando entró a la adolescencia, se encariño con todas las piernas del mundo, quiso montar a las perras más grandotas del barrio, incluso, se mostró confundido al intentar montar perros de su mismo sexo. Pero el destino tenía algo mejor preparado para ese perrazo, su destino se llamaría Lili.
Es difícil escribir cuando todo ha sucedido tan deprisa. Escribir sobre la ausencia de alguien a quien se quiere, duele, y por consecuencia siempre lleva al llanto. A Ramón le lloramos todos. Recordar es volver a despedirse y siempre recordaremos sus efusivos recibimientos, su cabeza y sus orejotas restregándose contra nuestras manos ante la indiferencia. Echaremos de menos los paseos por la mañana, los paseos a la presa, los paseos de madrugada, los saltos de improvisto a la cama, su energía desbordada, la espera diaria. Extrañaremos su presencia por las mañanas a la salida de los cuartos, la urgencia por salir a dar un paseo, su cuerpo alargado tendido en la sala, su cuerpo alargado bocabajo y tendido en los colchones, la extraña manera de sentarse, su mirada compasiva y paciente, las charlas nocturnas cuando llegaba borracho, los domingos de completo ocio y holgazanería, en que los dos nos echábamos a ver el televisor y comer chatarra. Y como olvidar sus huelgas de hambre. Porque con Ramón aprendí que, no movía la cola por una croqueta, no se subía a las piernas, ni te lamía por un trozo de carne, no, a Ramón poco le importaba el alimento, había que obligarlo y suplicarle para que comiera. La buenaondes de Ramón iba más allá de un pedazo de comida. Una caricia sobre su lomo, en las orejas, o bajo la panza, bastaba.
Quisiera borrar las últimas imágenes que tengo de Ramón. Fueron terribles. Vi a aquella criatura luchando por su vida cerca de una hora. Luchando como un guerrero contra el veneno que recorría todo su organismo. Debatiéndose el pellejo por el puto veneno que destrozaba su sistema nervioso y que hacía pedazos su vida. De nada sirvieron las 4 inyecciones que aplicó el veterinario, intentando, primero, tranquilizarlo de las fuertes convulsiones, para después intentar salvarle la vida. Me encontraba perplejo, quise salir a tomar el aire, el doctor me detuvo, “no te vayas, necesito que él sienta tu presencia”, dijo y me quede. Los ojos de Ramón reflejaban cansancio, pero además incertidumbre -¿por qué a mi? seguro se preguntaba-, eran ojos de tristeza, de sufrimiento. Sus últimos minutos se portó siempre valiente, ningún quejido, ningún aullido. Intento seguir peleando contra las violentas contracciones y temblores. Pero fue demasiado, los guerreros también se cansan. Un último ataque, ocasionó un paro respiratorio y puso fin a un ser extraordinario en todos los sentidos, un perro que llenó de alegría a más de alguno.
“Únicamente la carne muere y se transforma, el espíritu perdura y continúa construyéndose sobre sí mismo a través de encarnaciones infinitas y sucesivas en su eterno ascenso hacia la luz”. Jack London.
Mejor recordar su penúltimo día. El paseo que hicimos al campo. Había sido un domingo maravilloso, soleado. Mientras el sol acariciaba nuestras caballeras y el viento soplaba suave, Ramón desbocado corría por todo el llano, saltaba cultivos y vallas, jugaba a las luchitas con Lili, revolcaba a Lili en un pequeño estanque, -lo regañe por abusivo- , ladraba a las vacas que pastaban quitadas de la pena, correteaba a unos perros mugrosos, perseguía a unos caballos que corrían a todo galope, se enlodaba las patas, el lomo, las orejotas; de vez en vez, daba pequeñas y tiernas mordiditas a Lili en sus orejas, de vez en cuando se echaba encima de nosotros y nos ensuciaba los pantalones. La tarde caía, el cielo se tornaba gris, morado y negro, las nubes nos bombardeaban con goterones que se estrellaban con fuerza. La tarde había llegado a su fin. Había sido un lindo día.
Fue una despedida perfecta, estuvimos los que teníamos que estar. Los mejores amigos de Ramón reunidos; Martha (primera madre), Lili (novia de Ramón) y yo…y más tarde y por azares de la casualidad, Paz (su amigo del alma) nos encontró.
Fuimos a casa, cansados, pero todos llevábamos en el hocico una sonrisota. Al llegar, todavía nos dio el tiempo de ver una película, El Dorado, se titula, no es la gran cosa, pero una imagen nos conmovió, un perro doverman es lanzado desde un puente al coche del personaje principal, éste intenta salvarlo, en vano, porque la siguiente imagen, de nuevo el personaje central, dignamente cava una pequeña fosa para el malherido perro.
En el vaivén de los días, he aprendido que uno nunca debe fiarse de los días perfectos, van de la mano a una próxima desgracia. Las artimañas que tiene preparado el destino, son incontables. Jamás nos imaginamos que un día después, Paz y yo, estaríamos recreando la misma escena de la película, en el mismo lugar donde un día antes Ramón y Lili eran los perros más felices del mundo y nosotros también.
……
Lili, vive en casa, duerme casi todo el día. Cuando despierta, busca a Ramón y enseguida se devora todas las croquetas, come en abundancia. A diario le tocamos el vientre, algunos ya escuchan latir varios corazones…. Al tiempo.
Hasta nunca, Mon.
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