24 de agosto de 2008
18 de agosto de 2008
Heavy Metal en Bagdad
Heavy metal is the law…
Halloween
Se imaginan a una banda de heavy metal, con cabellera corta, sin tatuajes, sin aretes, ni siquiera poder hacer el headbang metalero, y en el caso de querer hacerlo ser juzgados y enjuiciados. Se imaginan una banda de rock “pesado” en un país musulmán. Y tocando entre la guerra. Entre bombardeos, balas perdidas, prohibiciones, ataques de algún loco soldado estadunidense, o detenciones de la dura policía iraquí, o en medio de cientos de rebeldes que abundan la ciudad de Bagdad. Nada de lo señalado anteriormente pudo detener a un grupo de jóvenes iraquís, para forma la única banda de heavy metal que existe en un Estado musulmán. Desde hace algunos años se nombraron: Acrassicauda (escorpión negro, en latín).
Esto motivó a realizar un documental dirigido por Hedi Moretti y Suroosh Alvipor, los cuales se enteraron de que existía esta banda luego de publicar un artículo en la revista Vice, en enero de 2005, (al mismo tiempo supieron que Irán es el primer país en el mundo con más operaciones estéticas de reconstrucción del himen). “El tema principal del documental es contar, mediante la música, otra historia sobre la “guerra absurda”, (¿habrá alguna guerra que no lo sea?), declaró el productor Spike Jonze, conocido por su pasado como realizador de videos musicales de artistas como REM, U2, Chemical Brothers, Sonic Youth y Björk, entre otros,
El documental con una duración de poco más de una hora, sigue los pasos de Acrassicauda por cuatro largos y duros años. Desde el 2003 en que Estados Unidos invade Irak, las primeras intervenciones militares, hasta la búsqueda de un lugar mejor donde vivir por parte de los integrantes de la banda.
Creyendo que por fin se librarían de las restricciones y prohibiciones que durante años aquejaron aquel país, primero con Saddam Hussein en el poder, los integrantes y gran parte de la población, consideraron que con la instauración de un nuevo sistema “democrático”, la libertad anhelada, estaba por llegar, la historia ya la conocemos… pasaron los meses, el caos en las calles se intensificó, hasta la fecha el pueblo iraquí está sumergido en una guerra civil con resultados catastróficos, terribles e inacabables, salir a la calle significa un acto suicida. Se han dado cuenta que el pasado con todos sus errores y limitaciones era mejor. La vida ahora es mucho peor.
El film sin contar con una calidad de producción impresionante, bastó una handycam, muchos guevos y poco interés en la vida, para que los realizadores viajaran a Bagdad, sin visa ni permiso de ninguna embajada, y con la protección de algunos civiles-sicarios que se dedicaron a protegerlos por mil dólares al día. Muestra de manera cruel lo estragos de la guerra, y la necesidad de algunos jóvenes de hacer algo con su vida, sabiendo que en cualquier momento pueden perderla.
Esa necesidad es la pasión por el heavy metal, influidos en grupos como Metallica, Slayer, Slipknot, Megadeth, etc., Acrassicauda no son unos brillantes músicos, de hecho tocan medio pinche, pero son únicos, a la hora de ensayar, poco importa los bombardeos, las prohibiciones, el exilio (antes Siria y ahora Turquia), la vida misma. La actitud es la letra de una canción de Halloween: “heavy metal is the law”… Mucho menos importa que solo hayan tocado 12 veces desde su formación, en 2003, luego de la caída de Saddam. Lo que sí importa y llega a encabronar es que el ejército de EU no tiene nada que hacer en aquel país, los ciento de muertos inocentes y que no todos los iraquíes son terroristas fanáticos. Existe gente común y corriente que exige y pide una manera de vivir en paz.
Heavy metal en Bagdad es un documental donde la música es el pretexto y la excusa para contar una historia real, dramática, brutal y aterradora en el que viven millones de iraquíes, ya sea como refugiados o sobreviviendo por sus vidas en su país natal.
No tiene final feliz, porque no lo hay, la vida de estos músicos esta jodida, y es así como termina el documental.
A raíz de exhibiciones en festivales como Berlín y Toronto, el mundo de heavy metal se ha enterado, les ha seguido el paso, ahora en el exilio los miembros de Acrassicauda posiblemente abran un concierto a sus ídolos de Metallica, en Dallas, Texas. ¿Oportunismo? ¿Ustedes que creen?
5 de agosto de 2008
30 de julio de 2008
El diamante loco
“Remember when you were young,
you shone like the sun.
Shine on your crazy diamond.
Now theres a look in your eyes,
like black holes in the sky.
Shine on your crazy diamond”…
Por: Salvador Munguía
Está por subir al escenario. No puede salir sin que antes su pelo le quede bien. Se le ve ansioso. Al parece el permanente que le acaban de hacer en Vidal Sassoon es una mamada. Cansado de intentar arreglárselo, opta por una salida curiosa. Mezcla un porrón de mandies con brylcreem (pastillas de derivados barbitúricos) y se lo unta en su cabellera. Sale a escena y con el calor de los focos, poco a poco la mezcla se va derritiendo y resbalando por sus ojos, su cara... las niñas de la primera fila se horrorizan. ¡parece una figura de cera derritiéndose!
Los rumores sobre su locura son cada vez más ciertos. Olvida su guitarra, olvida su ropa y su dinero por todos los rincones de los USA donde tocan. No sabe si está en Las Vegas o si está en Hollywood. Desafina su guitarra y permanece en el escenario tocando una y otra vez el mismo acorde amorfo… Es día de grabación. El nuevo sencillo se titula “See Emily Play”, “el diamante” empieza a deschavetarse cabrón. No responde a las conversaciones y su mirada, entre burlona y ausente, espanta a su grupo. Es un tipo algo inseguro, inestable. Es el interesado en explorar nuevas vías, con éxito ya demostrado. Vías de colores, de canciones que son casi imágenes. Al acecho, otro loco, mejor dicho, enfermo mental. Viste un disfraz impecable de compañero y amigo. Se llama Roger Waters. Sufre de autocompasión. Cree merecer toda la atención del público. Entra en depresiones cuando el público no le adora. El típico perfil del egomaníaco. Y ha encontrado alguien que hace sombra: que le roba la atención, al que el público entiende, el que tiene el olfato de rockstar necesario para vender, el de la fantasía y la fantasmagoria infantil, el de buen ver, al que las chicas desean. Roger le tiene envidia. Quiere que el grupo sea más serio, menos fantasioso, más suyo. Él es débil, su abuso de las drogas no hace sino agravar su inestabilidad, lo contrario de Waters que es ambicioso. Un buen día, deciden echarlo. Argumentan: está loco de remate. Poco importa su pasado como vocalista-guitarrista y compositor, mucho menos su destello de genio, al grabar uno de los discos más viajados y adelantados del rock, "The Piper at the Gates of Down". Pero no está chiflado, dicen otros que le hace al tarado mental, que más bien siempre anda atascado de ácidos. Algunos más afirman que es una victima de las drogas, pero sus seguidores responden que no, simplemente, él es de Marte. No termina su mala racha. Lindsay la novia perfecta, aparece golpeada. Se dice que le rompió una guitarra en la cabeza, se dice que la tuvo encerrada durante dos semanas en una habitación, pasándole la comida por debajo de la puerta. No se sabe si esto pasó de verdad, pero algo si es seguro, Lindsay ya no volverá.
El sustituto, de apellido Gilmour, decide ayudarlo. Presiona para que un psiquiatra examine al “diamante”. Deciden consultar a un psiquiatra “alternativo”, R.D. Laing, seguidor de la hipótesis de que la locura solo está en el ojo del espectador. Escucha una cinta de Syd conversando. Su veredicto: "incurable".
El “diamante” no mejora, sigue muy mal. Se recluye en su foso y solo camina y camina por las calles de Londres. Tiene incidentes con la policía (antes ya los tuvo por andar caminando ácido en un tejado) por dormir al aire libre. Pasa semanalmente por la oficina a cobrar los derechos de las canciones, renta de la que vivirá hasta el futuro. La prensa lo acosa, los odia (¿quién no?). Da pocas entrevistas, lo hace en calzoncillos y solo le gusta hablar de su ropa sucia. No soporta que le pregunte sobre la banda que algún día fue suya. Le trae malos recuerdos. Descompuesto se refugia a las afueras de su natal Cambridge a pegarse cabezazos, a olvidarse de la infelicidad.
Ahora se dedica a pintar. Pinta sus cuadros y luego los quema. Declara: "Yo no pinto, pero el chico que vive en la puerta de al lado lo hace y eso es suficiente”. Será su pasatiempo favorito en estos 35 años de ermitaño, junto con pintar las puertas de su casa de diferentes colores.
Parece ha recobrado la lucidez. Se embarca en un nuevo proyecto con su nueva banda: Stars. Esta por tocar de nuevo, ante no más de 30 personas. Se le ve brillante, con pantalones de terciopelo púrpura, botas de piel de serpiente, pelo indomable, ojos espantados. “No me acuerdo del título de esta" dice. Hay atisbos de brillantez, pero enseguida reaparece el caos. Se corta los dedos con la guitarra en cierto momento. Una chica sube al escenario a bailar con ese espíritu de los 70s, grita: "vamos a unirnos todos". Él “diamante” la mira de reojo y se marcha. Los demás empaquetan sus instrumentos y también se van. Parece ser que no lo volverá a hacer más. La carrera del “diamante” ha acabado para siempre.
Se rapa el pelo al cero, para podar ese rockstar que un día estuvo en sus zapatos. Sigue con su vida. Deja completamente las drogas y descubre la quietud y los placeres de la vida en los suburbios.
Parece que el tiempo lo ha olvidado.
Es 1972, Pink Floyd graba el álbum “Wish You Were Here”. De pronto, en el estudio, irrumpe un hombre con sobrepeso y con la cabeza y las cejas totalmente afeitadas. Tardan en reconocerlo. Pero es él. El “diamante loco”. Syd Barret. En ese momento la banda interpreta “Shine on you crazy diamond”, una canción escrita por Roger Waters sobre Syd. Ellos lloran, porque no entienden que nada es para siempre. Llorarán incluso hoy en día.
Nota: Roger Keith Barret, el atormentado genio, falleció 7 de julio del 2006 a los 60 años, como consecuencia de un cáncer pancreático.
21 de julio de 2008
Los espacios literarios.
Lamentablemente hay una correlación directa entre por ejemplo la degradación política que a nivel nacional están evidenciando los partidos políticos y sus líderes –Encabezado por los panistas-, y los cada vez menos espacios periodísticos y culturales para reflexionar, divulgar y promover la literatura.
Hay que recordar que al menos en Michoacán han desaparecido revistas y suplementos culturales que ofrecían esta posibilidad (las revistas polvo, cromosoma, fragmentario, y los suplementos: Acento, Pluralia y La nave, entre otros), de aquí la importancia de que suplementos como el Epígrafo hoy festeje seis años de divulgar la literatura en nuestra comunidad.
Hasta la fecha, ni la televisión ni las radiodifusoras comerciales han cumplido con el ordenamiento legal de destinar una mínima parte de su programación a la difusión y fomento de la cultura.
Proyectos como Ex-libris –Que también cumple treinta años de salir al aire-, así como el programa Decibel que produce Juan Carlos Trejo, son la admirable excepción a la regla.
Aquí valdría la pena señalar la importancia que en esta labor de difusión y crítica de la cultura representan los blogs y otros espac

Pareciera que el nefasto oscurantismo y la ignorancia de quienes gobiernan hoy al país, propiciaran ese velo de intolerancia y represión hacia las voces o los medios que aún hoy pueden exponer abiertamente las ideas críticas del México plural en el que vivimos.
Al propio Epígrafo le ha tocado enfrentarse a los criterios burocráticos de la cultura en turno para promover, por ejemplo textos de autores quienes participaban hace 4 o 5 años en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, aún sabiendo que esa labor obligatoriamente también le correspondía al Instituto Michoacano de Cultura en su momento, entre muchas experiencias parecidas seguramente.
Celebremos pues este sexto aniversario de un medio escrito independiente y con un claro compromiso hacia la comunidad cultural.