26 de mayo de 2011

Henry

chava munguía

Como casi siempre, El Bar estaba oscuro y mal oliente, olía a orines y aserrín. Yo estaba acodado en la barra de la cantina, medio borracho. A mi lado un viejo bebía solo. En la rockola sonaba una canción de los Invasores de Nuevo León. El Bar estaba casi vacío. El viejo, reía solo, no eran carcajadas, reía casi para si mismo. Transcurrieron varios litros de cerveza para reconocerlo. Se podría pensar que en mi borrachera esta historia es inventada. Pero no lo es. Y el viejo al que me refiero, se llama, Henry Miller. Carajo, y todo mundo pensando que estaba muerto.

—Usted es Henry Miller?

—eso me dijeron mis padres -contestó gentil, de buen humor.

—qué hace usted aquí?....creíamos que estaba usted muerto.

—andaba de parranda, hijo, como dicen ustedes los mexicanos.... y un poco asqueado del mundo, la verdad es que me tomo estos tragos y en seguida me muero.
—carajo, no diga eso, Henry.

—ya viví mucho, estoy cansado, hace mucho perdí las esperanzas y los humanos son una mala broma de dios.

—parece tener un bajo concepto de la especie humana.

—son los justos los que arruinaron todo, quienes están cometiendo los crímenes contra el hombre, los justos son los auténticos monstruos. Los justos son quienes exigen nuestras huellas dactilares, quienes nos demuestran que hemos muerto aun cuando estamos ante ellos en carne y hueso.

perdón, Henry, pero si usted se muere, qué esperanza tenemos los que nos quedamos?

la jodienda, coge todo lo que puedas, muchacho, la jodienda me ha enseñado que es lo único que sostiene al mundo.

—oye, Henry has escrito mucho sobre las mujeres, ¿qué opinión tienes hoy en día de ellas?

—lo mismo que hace años, no les basta una buena cogida… quieren tu alma también.

—¿te refieres a todas las mujeres?

—sin excepción.

—perdón por mi pregunta y mi atrevimiento, pero qué parte te gusta más de las mujeres?

—el coño, y a ti?

—las piernas, las piernas representan un misterio para mi.

—bien hecho, muchacho, salud.

—pero te voy a decir una cosa, muchacho, hay una variedad infinita de piernas.... y de coños... hay coños caníbales, que se abren de par en par como las mandíbulas de la ballena y te tragan vivo; hay también coños masoquistas, que se cierran como las ostras y tienen conchas duras y quizás una perla o dos dentro; hay coños telegráficos, que practican el código Morse y dejan la mente llena de puntos y rayas; hay coños políticos, que están saturados de ideología y niegan hasta la menopausia; hay coños vegetativos, que no dan respuesta a no ser que los extirpes de raíz; hay coños religiosos, que huelen como los adventistas del Sétimo Día y están llenos de abalorios, gusanos, conchas de almeja, excremento de ovejas y, de vez en cuando, migas de pan; hay coños diversos, que se resisten a cualquier clasificación o descripción, con los que te tropiezas una sola vez en la vida y que te dejan mustio y marcado; hay coños hechos de pura alegría, que no tienen nombre ni antecedente y son los mejores de todos, pero, ¿adónde han ido a derramarse?

Y, por último, existe el coño que lo es todo y vamos a llamarlo supercoño, pues no es de esta tierra, sino de ese país radiante a donde hace mucho nos invitaron a huir: el País de la Jodienda, que es donde vive el Padre Apis, el toro profético que se abrió paso a cornadas hasta el cielo y destronó a las deidades castradas del bien y el mal.... y no cualquiera, muchacho, no cualquiera conoce el súper coño...espero que tú algún día.

—Gracias. Salud, Henry.

—salud, hijo, creo que ahora si es momento de morirme.

—no la chingue, si estamos chupando tranquilos.

—ya me enfadé.

—ya no le pregunto nada, perdón si lo estoy molestando.

—no hay cuidado...pero ya es hora, muchacho...a propósito, cómo te llamas?

—Salvador, pero me puede decir Chava.

—a qué te dedicas, hijo?

—a no mucho... pero me gusta escribir.

—no escuchó bien, cómo me dijiste que te llamabas?

—dígame Chava...

—Muy bien hijo, te diré una cosa, no pierdas el tiempo en pendejadas, dedícate a conocer chicas, coge con ellas, busca el supercoño... Ahora que si quieres escribir para coger con ellas, te daré un consejo; que tus ideas vayan unidas a la acción; si no hay sexo y vitalidad en ellas, no hay acción. Las ideas no pueden existir solas en el vacío de la mente. Las ideas están relacionadas con la vida: ideas hepáticas, ideas renales, ideas intersticiales.

—gracias por el consejo, maestro, pero no le entendí ni un carajo.

—no me vuelvas a decir maestro...y no tengo tiempo de explicarte con manzanas, la muerte me espera. Fue un gusto, muchacho, voy a morir a un lugar más tranquilo y dónde no vendan cerveza indio, sabe horrible.

—como usted diga, maestro.

—carajo, que no me digas maestro...un placer.

—el placer fue mío.

Mientras tragaba las últimas gotas calientes del fondo de mi cerveza, me arrepentí de no haberme tomado una foto con él en mi Iphone. Pagué la cuenta y salí en busca de Henry pero fue demasiado tarde. Quién sabe a dónde haya ido a morir. Afuera la noche era fresca. Las estrellas brillaban tan claras, serenas, remotamente. Brillaban apacibles como cada noche, iluminando el camino, apaciguando el corazón.

2 comentarios:

Ramón Lara Gómez dijo...

Me gustó, ingenioso, creo que podrías ensayar de aquí pal real una serie de entrevistas con este tipo de heroes literarios.
un abrazo.

ramón

Liliana dijo...

A mi si me gusta la cerveza Indio =)