25 de enero de 2009

Mariana (primera parte)

“¿Qué es lo que pasa, qué nos hace que

durmamos confiados una noche cualquiera,

protegida, seguros del amor, acompañados,

y despertarnos, un momento más tarde,

solos, abandonados, indefensos?”

Bonifaz Nuño



Por: Salvador Munguía


—Escucha bien lo que te voy a decir Chava. No te lo voy a repetir. ¡O vienes por mí, o no respondo!

—Me importa un carajo lo que hagas.

—Eres un hijo de puta…pero que conste eh.

—Solo dos cosas Mariana, usa condón, no quiero que me vayas a pegar un chancro, y procura no llamar a ése pepinazo por mi nombre.

—Te estoy advirtiendo Chavita, ven por mí, o me cojo a éste wey.

—Pon atención en lo que te voy a decir princesa: estoy harto de tus amenazas, de tu locura, de tu insoportable humor cuando bebes, que por cierto es bastante seguido, y de que le abras las nalgas al primer pendejo que se porte amable contigo.

— ¿Qué… estás celoso o qué? …Yo no tengo la culpa de que no me peles…y que las pocas veces que salimos me dejes sola, te valgo madres todo el pinche tiempo…cabrón.

—Sabes que Marianita, me estás gastando mi crédito y tengo mucho sueño.

—Si la que te marqué, fui yo, idiota.

—Como sea. Adiós.

—Vete a la chingada Salvador. Esta vez, no voy a regresar. —Farfulló y colgó.


Mi relación con Mariana no ha cambiado mucho con respecto a mis anteriores parejas. El inicio es maravilloso. Después es como con la mayoría: destructivas, conflictivas, inseguras. — ¿Por qué no puedo encontrar mujeres decentes, que se conformen con un ramo de rosas, con invitarlas al cine, o con una tarjeta cursi?— La excepción con Mariana, es que tiene apenas 19 años. Pero en 19 años ha vivido al triple. Es precoz en todos los sentidos. A los 13 ya cogía y se emborrachaba. A los 15 se largó de su casa. A los 16 se fue a vivir a Venezuela con un argentino. A los 17 sufrió su primera sobredosis de barbitúricos. Meses atrás había perdido a su madre. Y ahora a los 19, me conoció a mí. Bonita cronología.


Antes de escribir como la conocí, y como es que vivió cerca de 10 meses en mi departamento. Quisiera describirla físicamente. Es hermosa. Es joven. Posee una espectacular cabellera, de cabellos rojizos, ensortijados, quebradizos, —habrá que agregar algo, nunca me han gustado las prohibiciones, pero Mariana tenía tajantemente prohibido recogerse el cabello, al menos cuando estuviera conmigo—.Tiene ojos grandes, brillantes y muy negros. La nariz es aguda, pequeña. Las orejas no las recuerdo visualmente, pero tienen una consistencia blanda, suave, delicada. Su dentadura es perfecta, sino fumara los 15 cigarros al día. Labios disparejos, mientras su labio posterior es pequeño y tierno, el inferior es carnoso, agresivo. Su espalda es perfecta, blanquísima, de textura delicada, como terciopelo. Sus brazos son dos flacos espaguetis. Sus manos son finas, frágiles. Alguna vez respondí en una encuesta, cual parte del cuerpo femenino era mi favorita, contesté que los pies y las nalgas. Los pies de Mariana tocan lo sublime, sino fuera por que tiene un dedo sumido, como apenado de que los demás sí estén en su lugar. Pero sus nalgas son excelsas, como una par de hermosas peras. Sus pechos, se ajustan al tamaño de mis manos, sus pezones tienen un sabor dulce, un color apenas visible, rosado, que me recuerdan su edad. El ombligo tiene una redondez irregular. Sus largas y pálidas piernas, son firmes, estupendas. En cuanto a su forma de ser, no es muy distinta de las de su edad, y en general al resto de las mujeres. Es voluble, rencorosa, rezongona, presumida, orgullosa.


¿Cómo la conocí? Un día que saqué a pasear a Rodolfo, el perro de mi hermana, y que habitaba en mi casa desde que ésta se largo con un fulano, pero esa es otra historia. Después de media hora de dar vueltas, me senté en una de las bancas de la plaza de la Soterraña. Conocido jardín por sus putas viejas, la más joven es doña Sarita que tiene 54 años. Mientras observaba un faje de lo más decadente entre dos vejestorios calientes, —Dios me socorra si sigo así a esa edad— una voz pausada y casi nostálgica me susurró:


—Yo creo que cuando llegue a esa edad, voy a estar igual que esa señora, soy muy caliente. ¿Tú crees qué a esa edad estés como ese señor o seguirás de mirón?

—Espero que no. Y la verdad, no creo vivir tanto.

—Pero no te falta mucho eh. ¿Cuántos años tienes?

—35, pero como apenas serás quinceañera, todos te parecen viejos. Además si me lo permites, déjame agregar que esta plaza no es un lugar para niñas como tú.

—Jajaja —rió de manera insolente—. Y agregó:

—Te equivocas, tengo 19 y he cogido más que tu.

5 comentarios:

Valenzuela dijo...

publica todo en una sola entrega, no mames.

Francisco Negrete Mendoza dijo...

jeje, aplausos mi buen, buena crónica.

ThaumieL dijo...

me parece una historia vieja que mas de alguno hemos vivido jajajaja muy buena.

María Flaviana Pataki dijo...

También se puede dar antes unas cuantas vueltecitas a la plaza, al lado de la dama, para ir agarrando confianza... Saludos

Anónimo dijo...

Esto es una historia ficticia ¿no?