Querido lectores, una disculpa, el texto sobre "Cristal", se tardará más de lo normal en conocerse su desenlace. Es màs, no estoy seguro si se conozca o se siga escribiendo esta historia. En dìas pasado unos hijos de perra abrieron mi auto, llevándose, estèrero, ipod y mi laptop. En mi laptop me robaron media vida, mùsica, fotos y por supuesto textos, textos que estùpidamente no respalde (entre ellos los capitulos siguientes de Crstal).
Una amiga preguntò:
- Que hubieras preferido; ¿qué tu novia te mande al carajo o qué te roben tu compu?,otro entrometido sabiamente contestò:
- A la novia sin duda alguna, las mujeres son latosas por naturaleza, te pueden pegar un virus incurable,no son tan útiles y necesarias, almacenan solo rencores y odios... y no tienen tanta memoria como las compus.
Yo solo guardè silencio.
29 de marzo de 2010
Robo
17 de marzo de 2010
Cristal
Capitulo V
La práctica hace al maestro
Durante las próximas tres semanas acudí de manera puntal y formal a mi cita. Y, debo confesar que Cristal era una estupenda y extraordinaria maestra. En todas nuestras “clases” se portaba atenta, cordial, amable, paciente. Pero lo más importante, sabía lo que enseñaba. Era una experta y especialista en la materia. Poseía la verdad absoluta sobre el arte de amar y ser amado. Yo no me quedaba atrás, estaba ávido de conocimiento, como nunca antes. Era un alumno participativo, atento, astuto y sagaz. Mantenía una esforzada ambición por ser el mejor y el único, aunque sabía que esto último era imposible. Practicábamos hasta altas horas de la madrugada, de no haber sido por mi condición física, -que dicho sea de paso era la de un verdadero guerrero-, hubiera sido imposible llevar a cabo dicha encomienda. Lo hacíamos una y otra vez, a veces hasta más de 7 u 8 veces. Recordé aquella epopeya literaria, me sentía identificado con aquél joven y salvaje guerrero, Enkidú, a quien el rey de Uruk, Gilgamesh, con el fin de debilitar los poderes del joven guerrero, le envía una prostituta, Shamhat, la hieródula que le enseña al guerrero las artes del amor. Derrotado por la lujuria, Enkidú se entrega al placer. “Shamhat dejó caer su velo,/ le mostró su sexo./ Él gozó su posesión. Ella no temió,/ gozó su virilidad. Ella se desvistió./ Él se echó sobre ella./ Ella ejerció con el salvaje su oficio de hembra. / Él se prodigó en caricias./ Le hizo el amor./ Seis días y siete noches, excitado, Enkidú, se derramó en Shamhat/ hasta que se hubo saciado de gozarla”. Era una maravillosa historia.
Mi técnica era sencilla; consistía en practicar y practicar, casi nada de teoría. Si había alguna duda o algún punto débil, lo volvíamos intentar hasta que quedara resuelto. Me enseño todo tipo de posiciones, juegos, habilidades, mañas y ejercicios para ser el mejor amante del mundo.
Mención aparte merece la generosidad de mi ejemplar maestra. Durante esos fines de semana, en lugar de recompensarme con chocolates y estrellitas en la frente -como hacen las maestras de kinder-, Cristal, me llenaba de todo tipo de regalos; perfumes, relojes, camisas, mochilas, esclavas –que después empeñaba en el monte de piedad-, y un digno honorario en dinero en efectivo suficiente para invitar a Liliana al cine y comprar 5 combos completos, una cena en un buen restaurante y hasta una nieve de limón.
Cuando escuchaba hablar a mis amigos sobre sexo, sobre sus fajes, sobre la noche que metieron la mano o el dedo más allá de lo debido, sobre esa calenturita adolescente ingenua y casi infantil, me atacaba de risa, no en sus jetas, me reía para mis adentros, me burlaba de sus estúpidas aventuras de mocosos, sentía lástima por todos ellos. En cambio yo, me había convertido en un verdadero hombre. Un hombre en toda la extensión de la palabra; poderoso, indestructible, engreído, afortunado y orgulloso que habitaba sobre la faz de la tierra, bueno, al menos eso creía. Por otro lado, debo confesar que ante todo, era un caballero, jamás revelé ningún dato que pudiera comprometer mis compromisos, ya fuera con Liliana o Cristal. Me había convertido en un buen amante; serio y discreto. Además, ante mi círculo de amigos y amigas, seguía predicando la virginidad como un compromiso inviolable hasta el matrimonio.
La Feria
Recuerdo con nostalgia aquellos años de mi vida. Me gustaba la rutina desenfadada y cómoda de aquellos días. Vivir en casa sin ninguna preocupación en compañía de mis padres, asistir a la escuela, recibir dinero sin necesidad de trabajar, jugar a diario futbol, apostar el poco dinero en el billar, mi relación casi pura e ingenua con Liliana, y los “sábados de gloria” con Cristal. ¡Que días!
Pero el destino no puede ser tan monótono y cómodo como creemos o queremos. El destino tiene preparados mil y un imprevistos. Uno de ellos ocurrió un sábado. Creyendo que sería otra noche disoluta y de placer, se convirtió en una noche desastrosa. Como era costumbre, asistí a mi cita a casa de Cristal, el problema era que no contaba con los imprevistos planes reservados de mi querida maestra para la nochecita que estaba por venir.
–Que bueno que llegas mi Shavi, esta noche saldremos a divertirnos, -dijo entusiasmada.
–¿Podría saber a dónde? –contesté apático.
–¡A la feria Shavi!
–No me gusta la feria Cristal.
–Porque nunca has ido conmigo, ya verás como la pasaremos.
–Van puros vagos holgazanes…corremos el riesgo de que nos peguen los piojos.
–No seas exagerado Shavi,- y esbozó una linda sonrisa que impidió seguir firme en mi decisión.
–Está bien, tú ganas…pero…dime una cosa… ¿así iras vestida? – llevaba unas zapatillas con unas largas correas que se entrelazaban alrededor de sus pantorrillas, un ajustado short que resaltaba sus curvilíneas nalgas de manera escandalosa, una blusa súper escotada y, un ridículo y llamativo crucifijo de oro de quien sabe cuantos quilates.
–¿Acaso me veo mal Shavi?
–Noo….te vez hermosa….solo que hace frío y vas muy destapada, te vaya a dar una pulmonía, y tu pescuezo corre también peligro.
–Jaja…ash Shavi, siempre tan preocupon…no tendré frío sí nos mantenemos juntitos y mi crucifijo nos cuidara de los malandrines…ya verás.
–Que así sea. –contesté sin estar seguro de lo dicho.
Partimos al recinto ferial. Y, tal como lo previa, estaba infestado de pandilleros, holgazanes, hombres lobo, malvivientes, narquitos, cholos, rockeros, pandrosos, rancheros…toda la muchedumbre reunida ahí. ¿Dónde carajos estaba la gente decente?... En fin, ahí nos encontrábamos, Cristal y yo. Ella fascinada, tomada de mi mano, como una chiquilla indefensa. Compramos un par de cervezas de un litro y, caminamos estúpidamente por todos los rincones de la feria. No llevábamos media hora en ese apestoso lugar con olor a caca de vaca cuando la jauría de chacales comenzó a hostigar.
–Adiós mi reina, -se escuchó por ahí
–Me la cuidas cuñado, -dijo un idiota a lo lejos.
–Chaparrita cuerpo de uva….-dijo otro.
–Mamacita…sabrosita…-gritaron tres mozalbetes.
Un sin fin de piropos corrientes se escuchaban por doquier. Creyendo que esos “halagos” harían sentir bien a Cristal, sucedió lo contrario. Enfadada, reclamó mi indiferencia.
–Diles algo Shavi…defiéndeme, -dijo la muy campante.
–Pero no te están faltando al respeto –lo cual era cierto-, -dije yo.
–Ósea que te vale madres…o te da miedo…cualquier otro ya les hubiera dicho algo.
A lo que contesté indignado:
–No me vale madres Cristal, y miedo tampoco tengo, pero te lo repito nadie te ha faltado al respeto, y además yo no pedí que viniéramos, o en su caso, te hubieras venido más tapadita.
–Ahora resulta que te está saliendo lo mashito…mira nomás, el niño diciéndome lo que tengo que hacer.
–Larguémonos de aquí y verás como te quito esas zapatillas con la boca y me quedo a vivir entre tus muslos para siempre, contesté sin titubear.
Pensativa después de mi proposición, dijo:
–Eres como todos Shavi, que lástima –dijo consternada-…creí que eras diferente…solo piensas en sexo.
Fingí afligirme y le dije que no era cierto, y para demostrárselo iríamos a cualquier bar que ella deseara.
–Ok Shavi…vayamos, contestó ilusionada Cristal.
La primer pelea
Pero oh sorpresa, era menor de edad y por lo tanto se me impedía el acceso a cualquier pestilente bar de mala muerte. Lejos de sentirme mal por mí condición de “menor de edad”, sentí un alivio y me imaginé penetrando lentamente a Cristal en ese colchón con sabanas de siluetas de cebra.
No tuvo eco mi plan, Cristal seguía obstinada en que en algún lugar tendríamos éxito. No se daba por vencida. Coqueteó inútilmente con los cadeneros de cada bar. Fuimos al Coyotecojo –si, así de vulgar se llamaba un bar- al Tiki/Tiki, después a un bar ranchero llamado la Gallina Volteada, al Lechón Sangriento, que con el puro nombre daba miedo poner un pie y algunos otros de cuyo nombre no recuerdo.
Cristal no podía creer su fracaso. Se preguntaba como era posible que no la dejaran entrar con su púber compañero. Intenté tranquilizarla pero fue inútil. Volvimos al puesto de cervezas y Cristal comenzó a beber de manera endemoniada, tomaba una y otra cerveza. El resultado: se convirtió en un verdadero demonio. Primero, me reclamó por no haberla defendido de los piropos, después me dijo que era igual a todos los hombres, y por último, recriminó mi edad y mi cara de mocoso, entre otros improperios.
–Si tan solo te saliera bigote Shavi…pero ni eso,-dijo en tono burlón.
Guardé silencio. Mi padre decía que cuando una mujer está enojada, es mejor ignorarla. Seguí sus consejos sólo por un momento. Volví a intentar convencerla de irnos a casa, pero se molestó más. Ya borracha volvió a increparme, “como es posible que este perdiendo el tiempo con un shamaco como tú”…Después se reía de manera sarcástica y socarrona y continuaba el ataque: “vete de aquí, maldito escuincle”…yo lo que necesito es un verdadero hombre”. Algunos insultos eran más divertidos, ¿“ya se te cayeron tus dientecito de leche?”, o, “lárgate de aquí que ya es noche y tu mamita se vaya a preocupar”. No pudo faltar una de las frases más repetidas por las féminas a lo largo de su vida,”eres como todos, solo me quieres para coger”. Y otra frase que con el tiempo más de alguna me lo hizo saber:”te quiero Shavi, pero eres un patancito”. Lo cierto, es que, una cosa es que todo se quede en palabras injuriosas, y otra muy distinta es rebasar los limites, ósea llegar a los golpes, a la violencia, y eso no lo iba a permitir. Al ver mi pasividad, mi paciencia y mi tolerancia o indiferencia o como sea, Cristal intentó darme puñetazos, quiso aventarme su cerveza en la cabeza, se arrojó sobre mi con violencia y una furia desmedida. Gracias a mi fortaleza física fue imposible hacerme daño ese cuerpecito frágil y perfecto. Pero me intrigaba dónde jodidos estaba aquella linda gatita. Dónde se había metido aquella yegua bravía que en el momento de penetrarla se convertía en una sumisa damisela. Dónde había quedado la tierna, la cariñosa, la fogosa, la cordial, la amable, la sonriente maestra que había conocido. ¡¿Dónde?!
–Me voy Cristal, nos vemos después, -dije de forma serena.
–Te vas y no me vuelves a ver en tu puta vida, -ladró como una perra salvaje.
–Estás borracha y no pretendo discutir contigo.
–Lárgate de una vez…no me vuelvas a buscar Salvador –era la primera vez que mencionaba mi nombre-.
–Pues tú te lo pierdes.
Conforme fui avanzando, los insultos se fueron diluyendo y mezclándose con otros cacareos del recinto. En pocos minutos me encontraba en la parada de taxis. No tenía un peso en los bolsillos. Por un instante, pensé en regresar con Cristal, pedirle para el taxi y, en caso de que me pidiera disculpas de rodillas, hacerle el amor como un burro en celo, descarté esa idea por dignidad.
Caminé como hicieron aquellos hombres, que “inexplicablemente”, un día cualquiera –caminando- pierden la cordura, la sensatez y la razón, y se convierten en esos hombres mugrosos y apestosos que andan por la calle ensuciando el panorama visual, causando lástimas y recibiendo humillaciones. Seguramente todos esos hombres moribundos y desahuciados enloquecieron después de haber reñido con alguna mujer, con sus mujeres.
Era una noche exquisita, estrellada y brillante. Mientras caminaba, sin rumbo fijo, y todavía consiente, reflexioné sobre lo acontecido. Esta mujer me iniciaba en terrenos totalmente desconocidos hasta ahora para mí. No sólo me iniciaba en el arte de la guerra carnal, sino además comenzaba a conocer el verdadero temperamento de una hembra. Era la primera vez que tenía una discusión “seria” con una de ellas. Me intrigaba lo sorprendente y volátil de su carácter. La voluble personalidad que las envolvía. Era cuestión de minutos para que todo su encanto, seducción, perfección, simpatía, se convirtiera fácilmente en disgusto, cólera, hastío, rabia, queja, molestia.
Llegué a la conclusión que era una raza difícil de entender, pero excepcionalmente necesaria. Cuando estaba intentando recordar otras palabras de mi padre, “las mujeres durante el día se convierten en seres estorbosos, pero en la noche como hacen falta”, me costó reconocer en qué lugar de la ciudad me encontraba. Tal vez estuve a punto de perder la razón intentando comprender y analizar la personalidad femenina. Una vez que despejé todo tipo de reflexiones inútiles y sin sentido, vi fijamente el cielo estrellado y tomé el camino correcto hacia mi hogar. Había sido una noche inesperada, rara y tormentosa. Al llegar a casa, entré de forma sigilosa, Cristal tenía razón, mi madre seguramente estaría preocupada. No había avisado y el reloj ya marcaba altas horas de la madrugada. En cuanto abrí la puerta, mi madre salió, preguntó dónde me había metido, pero lo hizo de una forma tranquila y sin regaños, le dije que había ido a la feria y que me había regresado caminando, “porque no tomaste un taxi”, preguntó, “quería caminar madre”, “pobrecito has de estar muerto, deja prepararte algo de cenar”. La reacción de mi madre, me volvió a desconcertar por completo. Mi madre me premiaba por no haber avisado y por llegar tarde. Vaya, sí que era un tema complejo la naturaleza femenina, quién las entiende.
Comí como dios manda. Un beso materno puso fin a aquella extraña noche.
Continuará….Capitulo VI. Una verdadera Orgía.
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