25 de enero de 2010
Cristal
18 de enero de 2010
Cristal
Capitulo II
Un amigo salvaje llamado Edgar
Invité a Edar, un chiflado amigo de la infancia, era de esos amigos que a ninguna madre sobre la faz de la tierra le gusta para amigos de sus hijos. Era dos años mayor que yo y, dicen que ya había estado en el tutelar por haberse metido a robar la casa de una vecina. Se rumoraba que abría carros para vender los estéreos y, que en la comercial mexicana ya no lo dejaban entrar por ratero, pero no me constaba, conmigo era buena persona, aunque debo reconocer que una vez me robó el control remoto de mi casa, en fin, era mi amigo y lo estimaba. Le advertí que no se fuera a robar nada, se indignó un poco. Lo invité porque además era extrovertido, agradable y se llevaba mejor con las personas más grandes. Pero no fue así. Durante el camino, Edgar compró unas cervezas que en menos de 30 minutos ya se había empinado, bebía enloquecidamente. Llegamos puntuales. Al llegar, Edgar ya estaba borracho. Cuando Cristal abrió la puerta dijo:
─ Shavita, muñeco, en ti estaba pensando, llegaste muy puntual, no ha llegado nadie.
─ Hola…. –Edgar no me dejó terminar y se presentó diciendo:
─ Mi reina, es un placer, me llamo Chayanne, -dijo el muy chistoso y, enseguida le besó de manera lasciva la mano. Era un mal comienzo.
─ Vaya, has venido acompañado Shavi.
─ Si, es mi amigo, Edgar se llama.
─ No soy Edgar, me llamo Chayanne, mira esto. -Y comenzó a aplaudir, haciendo medios giros y giros completos, bailaba como idiota.
─ Ven conmigo mi reina, baila. –Decía el barbaján de Edgar.
─ Que amiguito Shavi…pasen, les invito algo de beber.
Increpé a mi amigo y le dije que no se comportara como un subnormal. Él solo se carcajeó:
─ No te preocupes, déjame a mi la situación, verás como nos hace sexo oral a los dos.
─ ¿Estás loco o que te pasa? –dije indignado.
─ No me dirás que estás enamorado de una golfa, porque vaya que lo es…, qué no te das cuenta…, quién diablos se llama Cristal y usa blusas sin brasiere con minifaldas que no dejan nada a la imaginación….observa, trae llena de oro el pescuezo y las manos, tiene un tatuaje cerca de la nalga y en los tobillos, vive en un departamento lujoso y de mal gusto y, que me dices de esa camionetota…, pero lo más importante; checate los callos que tiene en la palma de las manos…y sabes por qué se les hace; por el tubo…, por el tubo “Shavi”…, está bonita, pero es una pirujilla….-Odié en ese instante a Edgar, todavía el cínico dijo:
─ Mira, lo que es un hecho, es que te quiere follar…, pero de paso yo también aprovecho… ¿cómo ves?
Me molestó la actitud de mi amigo.
Estaba a punto de discutir su teoría, cuando Cristal apareció:
─ De que hablan chicos, -preguntó Cristal, mientras terminaba de preparar las bebidas.
─ De nada, -contesté yo.
─ De tu nombre, -dijo Edgar.
─ ¿Qué tiene mi nombre?
─ Es misterioso. -volvió a contestar Edgar.
─ ¿Qué tiene de misterioso? Es original. -Dijo ella.
─ Si, lo es, -dije yo para terminar la conversación.
─ ¿A que te dedicas? -preguntó otra vez Edgar.
─ Soy asesora financiera de una inmobiliaria.
─ Vaya, vaya, - contestó irónicamente Edgar.
─ Bueno, ya hablaste musho, deja que hable Shavita.
─ No tengo nada que decir. –contesté incomodo.
Una llamada en el teléfono de Cristal, afortunadamente interrumpió la sarta de preguntas y respuestas.
─ Espera, verás lo que le soltaré ahorita, dejémonos de preguntar babosadas, - volvió al ataque Edgar.
─ Estás borracho, querrás que nos corra a patadas.
─ Es una puta, esta acostumbrada a las preguntas fuertes y directas.
─ Te lo suplico, no lo hagas…no enfrente de mí, yo te invite. –Le supliqué y me arrepentí de haberlo invitado.
─ Está bien, lo haré de una manera sútil.
Enseguida volvió Cristal y, Edgar terminó de arruinar la tarde.
─ ¿Oye y tienes algún vicio? –Preguntó el idiota.
─ ¿Me has visto cara de viciosa, o qué? –Respondió Cristal enojada.
─ No para nada…me refiero a que…no sé…yo soy un vicioso al baile, de vez en cuando al tabaco…-Sentí pena ajena. Apreté los ojos y me avergoncé por la estupidez e impertinencia de mi amigo. Cristal respiró hondo. Con sus ojos verdosos me miró fijamente, con la vista me reclamaba como era posible que yo hubiera llevado a aquél orangután como mi acompañante. Volví a arrepentirme.
─Ahora vuelvo, me cambiaré, no tardan en llegar mis invitados. –dijo Cristal secamente y, se retiró.
Molesto, le reclamé a Edgar su insolencia. Éste a su vez, solo se limitó a decirme:
─ La cagué Salvador…no quiere nada conmigo… me voy…suerte matador. Le pedí que se disculpara antes de irnos-, pero agregó:
─ No seas estúpido, quiere contigo, se le ve en los ojos, te quiere coger, no sé como le harás con esas mamadas de tu “virginidad”. Recuerda que es una piruja y esas son otro cantar. Cuídate.
─ Edgar, no te vayas, espera. Por lo menos ten la decencia de despedirte.
De pronto Cristal volvió a la sala, traía un lindo y ajustado vestido negro que relucía magistralmente sus curvas, unas botas negras a la altura de la rodilla y un espantoso crucifijo de oro alrededor de su cuello.
─ Deja que se vaya Shavi…no tardo, estoy por terminar de arreglarme.
Una vez que escuché eso, mi corazón volvió a sucumbir. Y Edgar por fin se largó.
Casi caigo
Esperé 10 minutos cuando por fin Cristal terminó de arreglarse. Se veía espectacular, hermosa. Tomé uno de los cojines que estaban cerca y tapé de inmediato una pequeña erección que tuve al verla. Me sirvió un whisky, le advertí que no bebía, pero insistió tanto que no me resistí. Era la primera vez que mi cuerpo recibía sustancias nocivas, sin embargo lo digerí bastaste bien. Sentía un rico calor, una extraña mezcla de tranquilidad y confort. Hablé sobre mi afición excesivo al deporte, sobre mi familia, religión, el dolor de cabeza que me producían materias como matemáticas y física…, ella, Cristal, parecía muy interesada…, dejó de beber y, se fue acercando poco a poco a mí. De manera suave comenzó a hacerme circulitos en la cabeza, de vez en cuando su mano bajaba hasta tocar mi cuello, daba ligeros apretones a mis torneados hombros…, era delicioso…, ni Liliana cuando se le alborotaba la hormona me hacía sentir aquello. Tuve una erección que no pude ocultar cuando su nariz fría tocó mi cuello, lo olisqueaba apaciblemente, a veces daba fuertes bocanadas, yo mantenía fuertemente el cojín unido a mis piernas que me temblaban infantilmente…, sus manos seguían descendiendo, tocó mis pectorales y sus ojos se agrandaron, -estaba con un púber, pero bien dotado-, sentía su dulce aliento muy cerca de mis oídos, las manos seguían descendiendo, mi respiración era irregular, su mano derecha se acomodó justo en mi entre pierna y, después fue en ascenso, tragué saliva…, recordé mi promesa de virginidad, por un instante dudé en parar esta situación…, pero mi fortaleza moral pudo más e inesperadamente interrumpí aquel acto picante…, que dicho sea de paso, era bastante agradable.
─ A que hora llegan tus invitados, -pregunté.
─ No te preocupes Shavi…, tenemos tiempo…, que perfume usas, hueles delicioso. -seguía olisqueándome.
─ No lo sé, es de mi padre.
Empezaba a flaquear de nuevo, cuando un fuerte toquido me salvó de aquella situación embarazosa. Se trataba de Roxana, Pamela y Olga, tres mujeres igual de espectaculares que Cristal, junto a ellas venía un tipo chaparro, mal encarado mal vestido, mal dotado..., un tipejo desproporcionado, sin más. Al verlo, Cristal hizo cara de sorpresa, una expresión dura, preocupada, nerviosa. En cambio las otras tres seguían risueñas, al verme se presentaron de manera amable. El tipo chaparro se quedó afuera, dentro de una camioneta con vidrios polarizados. Cristal me haló hacia la cocina, me dijo que debía de irme y que en ocho días la buscara. Me advirtió más de una vez que no se me ocurriera visitarla entre semana.
─ El próximo sábado Shavi…no faltes. Aquí te estaré esperando…Y, recuerda no venir a buscarme entre semana. –Un beso en nuestras bocas dio por terminada aquella tarde.
Al salir de su casa, el chaparropanzón me vio de forma retadora…, no me ofusqué, lo vi directo a los ojos y a paso lento me retiré.
Caminé sin cesar, estaba confundido y desconcertado, me hice algunos cuestionamientos:
Primero: ¿cómo era posible mi flaqueza, mi debilidad ante una desconocida?
Segundo: retumbaban en mi cabeza las palabras de Edgar: “es una pirujilla, entiende, ¿quién diablos se llama Cristal?”;
Tercero: ¿quiénes eran esas 3 “amigas” de Cristal, vestidas tan vulgar, con ostentosas joyas y con cuerpos envidiables…, pero sobre todo, ¿quién era ese chaparropanzón?
Cuarto: ¿por qué Cristal se había puesto tan nerviosa al ver al chaparropanzón? y sobre todo, ¿por qué me advertía no ir por ningún motivo a visitarla entre semana?
¿Perderá el joven Salvador la virginidad o su fuerza moral es más grande que una calentura?
¿Quién diablos es Cristal?....Lea el próximo capitulo.
13 de enero de 2010
Cristal
Capitulo I
Cursaba el tercer semestre de preparatoria. Contaba con 16 años. Era un joven atlético, deportista, apuesto, estudioso, perspicaz, abstemio y virgen. Mantenía una relación con una hermosa y popular chica, llamada Liliana. Teníamos planes y sueños juntos. Uno de ellos era llegar vírgenes al matrimonio, suena raro en estos tiempos libertinos, pero al menos para mí, era un tema importante. No me interesaban los comentarios de mis amigos que me acusaban de estar chapado a la antigua o de lo que me estaba perdiendo con respecto al sexo. Haya ellos y sus promiscuas vidas.
No he dicho que resultará fácil, mucho menos en esta era decadente. La cosa se ponía color de hormiga cuando a Lili se le calentaban las hormonas, pero no me tentaba el corazón para ponerle un alto. Evitaba los besos apasionados y de lengua, los abrazos que juntaran mucho nuestros cuerpos, y sobre todo, las manos de pulpo de Lili. Era difícil, lo sé, sobre todo tratándose de una edad en efervescencia, y claro, no podía culparla del todo, enfrente tenía a un chico apuesto y de cuerpo espectacular. Y cuando eso sucedía, tenía que repetirle la misma retórica, “no te apures pa que dures Lili”, “ya habrá tiempo para disfrutar y explorar nuestros cuerpecitos.” Tenía una fuerte convicción y nadie lo impediría. Al menos eso creía.
Era un jueves 8 de mayo, mis padres hacían los preparativos para la mañana siguiente salir de viaje. Mi padre como obsequio del día de madres, le regaló un viaje a mi progenitora, por suerte el paquete incluía a mis hermanos. No pude ir con ellos, me lo impedían mis diversas actividades y mi alto sentido de la responsabilidad.
Comenzó movido el viernes 9 de mayo; mi familia despertó desde temprano, se alistó y partió a una paradisíaca playa del pacifico. Por mi parte, fui a mis clases de la universidad, entrené futbol con el equipo de la escuela, más tarde visite a Lili en su casa y otras ociosidades. Pero lo que más deseaba de ese día, era disfrutar de la soledad y la tranquilidad de mi propio hogar; escuchar música, leer un libro, ver una película de Bruce Lee, etc.
Cometí un error, comentarle a Charly -un viejo amigo- que me quedaría en casa solo. Éste a su vez corrió la voz y, el maldito sin mi consentimiento organizó una fiesta en mi propia casa. A las 7 llegó un puño de amigos y amigas. Lili no pudo ir, pero sí Rosalía, una chica de una figura esbelta con marcadas caderas y una piel radiante. Los muy gorrones pusieron los acetatos de mi padre y a ritmo de rockanrol comenzó la velada.
Con el paso de la noche el alcohol fue haciendo estragos en el ánimo de los “invitados”. Por supuesto, yo no probé ni una gota. No faltó quién se le ocurriera jugar a la botella, que dicho sea de paso se me hacía un estúpido y asqueroso juego, sigo buscando dónde está lo “atractivo” de andar intercambiando la saliva de todos los participantes. No contentos con esto, los “castigos” subieron de tono, el intercambio de fluidos bocales no era suficiente, ahora el castigado (a) se tenía que quitar una prenda. Me sorprendía con que facilidad las jovencitas lo hacían, sin duda ninguna de ellas sería mi futura esposa. Rosalía al ver mi molestia, me invitó a salir a tomar el fresco. Me expresó lo lamentable que fue no haber mostrado mi escultural y sobrehumano cuerpo, me sonrojé un poco, pero le di la razón, sí, era lamentable. Le dije que solo lo vería una mujer digna y con paciencia para llegar al altar. Se acercó un poco, mejor dicho hasta quedar su boca muy cerca de la mía, despacio me besó tiernamente, rodeó sus brazos sobre mi espalda y me susurró que de no ser por Lili, a ella le gustaría ser esa mujer. No me di cuenta cuando una de sus manos comenzó a indagar más allá de lo debido, se escabulló por debajo de mi ombligo, un escalofrío recorrió mi cuerpo y casi estuve a punto de caer en sus juegos de seducción. Le quité la mano y le pedí secamente que regresáramos dentro de la casa, con la excusa que de no hacerlo aquello se convertiría en una orgia sin precedentes. Rosalía se apenó, pero no me importó.
No estaba tan equivocado, al volver, Edgar le lamía de manera grotesca las rodillas a Fernanda; Felipe bailaba desnudo refregándose sobre un muro de contención; en el baño escuché leves gemidos de mujeres –fue placentero, lo aceptó-; el colmo fue encontrar ¡en la propia recamara de mis padres! a Roger en posición animal con los pantalones abajo, montado sobre el trasero blanco, muy blanco de Lorenza… Enojado, les pedí a todos que se retiraran. Argumenté que me sentía mal y que muy temprano regresarían mis padres. Mis amigos me vieron con odio, pero sabían que cuando algo me molestaba no tenía clemencia.
El día 10 me desperté más temprano de lo habitual. Las mañanitas que le llevaron sus hijos y nietos a mi vecina doña Carmelita fueron excesivamente escandalosas. 15 veces el mariachi tocó las mañanitas. Intenté volver a dormir, pero fue imposible. En estado somnoliento me alisté para salir y cumplir con mi disciplina diaria; ejercitar mi admirado cuerpo. Llevaba 30 minutos trotando cuando una morena de ojos verdosos y cuerpo curvado, en un tono curioso y brusco me alcanzó en la pista de arcilla para decirme:
─ Hey que originales shorts para venir a hacer deporte.
Mire hacía abajo y vi que en lugar de haberme puesto unos shorts, me había ido en calzoncillos largos.
─ Perdón…no dormí bien por culpa de mis vecinos –dije apenado e intenté justificarme:
─ Me paré en estado somnoliento, lo que ocasionó esta terrible distracción…pero te aclaro, no soy un exhibicionista ni un depravado.
─ No te preocupes, te ves sexy, dijo ella con su peculiar acento norteño.
─ No lo creo, me siento ridículo, -volví a justificarme.
Como era posible que estuviera corriendo como un loco exhibicionista. Me avergoncé tanto que me amarré la chaqueta que traía puesta. Bajé la velocidad, la morena hizo lo mismo y con tono norteño, intentó tranquilizarme:
─ No te preocupes, parece un short, es muy bonito, como seguramente lo es, lo que hay de bajo…, ─ me sonrojé como tomate.
─ ¿cómo te llamas?, - preguntó.
─ Salvador ¿y tú?
─ Cristal.
─ Mucho gusto Cristal.
─ Así que te dicen Shava
─ Chava, dirás.
─ No, Shava, Shavita. ─ Soltó una risita picara.
─ ¿Cuántos años tienes, Shavita?
─ 16, casi 17.
─ Con ese cuerpo pareces más grande.
─ Si, me lo han dicho.
─ Pues, aunque no me lo preguntes, yo tengo 27, ¿se me ven?
─ No, pareces más joven. Y además eres hermosa.
─ Jaja, hablas como persona adulta. – y después me invitó-. ¿Por qué no vamos a tomar algo, te apetece un café?
─ Si, pero no voy a ir exhibiéndome por la calle con estos boxers.
─ Tengo un pants que te puede quedar en mi camioneta…, ven vamos.
Llegamos a un cafecito cerca del Venustiano, yo claro, ya con un pants puesto.
Volvió al tema de los calzoncillos. Reímos durante unos minutos. Realmente era una mujer atractiva. Llevaba ropa provocativa para alguien que va a hacer deporte. Todos los hombres la veían con ojos de lujuria. Como lo había mencionado antes, tenía los ojos medianos verde limón, una boca de labios rosados con forma de corazón y una pequeña y afilada nariz. Su cabellera negrísima daba a la mitad de su bronceada espalda; sus pechos eran verdaderamente monumentales, eran un par de conos erectos; su trasero era un durazno frondoso; sus piernas morenas ostentaban una textura suave y brillosa. Transpiraba un delicioso y rico olor a coco piña. Era espectacular. Me sentí fuertemente atraído por esta desconocida mujer. Y cuando su acento norteño pronunciaba mi nombre: ¡Shavita!…me cosquilleaba el corazón. Habló sin parar, yo solo me limitaba a escucharla. Por la noche me invitó a una fiesta que se llevaría en su casa. Me recomendó invitar a alguien de mi edad, para que no me fuera aburrir. Apunté la dirección y un beso cerca de mi boca puso fin a nuestra cita.
─ Shao shavita, nos vemos en la noche. –Fue lo último que mencionó antes de subirse a una lujosa camioneta.
El resto del día estuve pensando en Cristal, tanto que no me acordé de Lili, habíamos quedado de salir a comer y después ver películas en mi casa. Le llamé para cancelar y de paso disculparme, inventé que sentía el cuerpo cortado y no estaba en condiciones de nada. Se molestó con razón, pensaba pasar el día entero conmigo, solos, sin nadie que nos molestara, ella y yo…, no quiero ni imaginar las cochinadas que pasaron por su mente.
Tomé una ducha y en mis oídos retumbaban la voz brusca pero dulce de Cristal: “Shao Shavita, nos vemos en la noche”. La imaginé bajo el agua que caía de mi regadera, la imaginé besando salvajemente mis pectorales, mientras yo la sujetaba entre mis brazos, cargándola como una libélula, penetrándola hasta quedar sin aliento y fuerza. Me asusté de mis pensamientos inmorales. Abrí la llave fría para despejar mi mente de pensamientos pecaminosos.
Continuará...